31 julio 2006

Masacre en Canaán

Sevilla, 31 de julio de 2006


En ocasiones tengo la sensación de ser una convidada de piedra; alguien incapaz de cambiar el curso de los acontecimientos por muy injustos y monstruosos que estos sean. Cuánto dolor y cuánta impotencia: puedo decir que, si conservo mi integridad física, librándome de la tortura o la muerte, es por puro azar, dependiendo únicamente del lugar en donde nazca.

La Historia y la Civilización no caminan siempre en línea recta, sino que, por el contrario, se producen altibajos e involuciones. Existen momentos en los cuales los seres humanos demuestran su madurez a través del progreso de las ciencias y las mejoras sociales; pero también se dan otras sociedades, dirigidas por necios y estúpidos, que utilizan el agravio permanente para sacar lo peor de sí mismos: su gusto por la muerte y su regocijo ante el sufrimiento humano.

A lo largo todas las etapas de la Historia, siempre han sido los poderes económicos, insaciables y conservadores, los que han perseguido a los hebreos; valiéndose de todo tipo de supersticiones contra ellos, transmitiendo el antisemitismo a las clases desfavorecidas con el fin de hacer más fácil esta persecución y convertir a todos los miembros de la sociedad en testigos mudos de tamaña injusticia. Esto ha sido así desde la Antigüedad: desde la invasión de Judea (actual Palestina) por parte de los romanos, hasta mediados del siglo XX, pasando por la Edad Media y el Renacimiento.

No puedo entender entonces la extraña alianza que en la actualidad mantienen los gobernantes de Israel con la extrema derecha, ni porqué ésta ahora los convierte en sus aliados.

Son cuestiones que sólo Dios, o el Diablo, podrían explicar. ¿Cómo el pueblo de Israel, amparado en su supremacía militar, repite un patrón de comportamiento con otros seres humanos del que ellos mismos fueron víctimas?

Con la masacre perpetrada en Canaán por la aviación israelí contra civiles libaneses, que ha costado la vida a 63 personas, 37 de ellos niños, la Ética y la Humanidad entera sufren un retroceso. Nos muestra lo peor del ser humano. Una acción como está deja constancia de que los dirigentes del gobierno israelí sólo saben responder con muerte y destrucción a los problemas. Hablo conscientemente sólo del gobierno, porque me niego a creer que la totalidad del pueblo de Israel haya perdido su razón, su ética y su humanidad.

Los hechos acaecidos nos sitúan a las personas que defendemos los Derechos Humanos ante una grave tesitura que jamás debería haberse planteado. Los terroristas emplean a la población civil como moneda de cambio para conseguir sus objetivos y los llaman “mártires”. Israel proclama constantemente su necesidad de defenderse a cualquier precio, aunque este sean discapacitados y vidas infantiles. A los que ejecutan estas acciones los denominan “héroes”.

Me gustaría saber cómo los llaman ahora, tras lo ocurrido en Canaán, los que, hace tan sólo unos días, nos calificaban a quienes estábamos disconformes con tales atrocidades como “antisemitas”. Estoy segura de que estos mismos hubieran guardado silencio ante el humo de las chimeneas de los campos de exterminio.

29 julio 2006

Líbano: ¿guerra o castigo?

Sevilla, 29 de julio de 2006


Si hubiera que elegir un pueblo perseguido por sus ideas religiosas a lo largo de la historia, ese sería sin duda el hebreo. Empleo con plena conciencia el término hebreo porque “judío” está cargado de connotaciones peyorativas y, además, es incorrecto.

Tanto hebreos como cristianos comparten el Antiguo Testamento (Génesis 32 – 28: “De ahora en adelante” le dice Dios a su siervo “Ya no te llamaré Jacob, sino Israel, pues luchaste con Dios y con los hombres y venciste”. Jacob tendría doce hijos que formaron las doce tribus de Israel, siendo la de Judá la más importante y terminó absorbiendo a las demás.

El término “judío” o “judaísmo” se utiliza posteriormente con intenciones manipuladoras. El enorme parecido entre la palabra “judío” y el nombre de “Judas”, el apóstol de Jesucristo símbolo de la traición y que entregó al Mesías a la muerte. De esta manera, la Iglesia colectiviza a toda una comunidad como participantes de aquella traición y la unifica bajo la denominación de “judíos”.

El 29 de abril de 1492, el decreto redactado por el inquisidor Torquemada estipulaba que todos los “judíos” habían de ser bautizados, o bien abandonar el país a finales del mes de julio. No podrían llevar consigo ni oro, ni plata, ni dinero. Este decreto tuvo como trasfondo la reciente fundación del Santo Oficio, llevada a cabo unos doce años antes, en 1480. El Santo Oficio fue responsable de la muerte violenta y bajo tortura de más de mil hebreos.

La salida de estos del país supuso una auténtica sangría tanto económica como intelectual. A partir de entonces, desde los púlpitos de las iglesias católicas, los sacerdotes no cejaban en su empeño de proclamar la culpabilidad de los judíos como asesinos de Dios.

En 1942, ya con la guerra perdida, Hitler da la orden de exterminio de los judíos, poniendo en funcionamiento la maquinaria infernal de destrucción y muerte que tan criminalmente efectiva resultó ser. Se produjo así lo que hoy conocemos bajo el nombre de “Holocausto”. De yo haber vivido en aquellos tiempos no podría haber hecho nada por evitarlo: los primeros en pisar los campos de exterminio nazis fueron los disidentes del régimen: comunistas, socialistas, progresistas y gente de izquierdas en general, además de discapacitados, homosexuales, gitanos, etcétera, compartieron el mismo destino.

Los israelitas que entonces profesaban esas creencias religiosas eran numerosísimos, tantos, que muchos de ellos, tras lograr huir en un primer momento del horror, consiguieron agruparse en guerrillas que lucharon con valentía contra el poder nazi y les causaron grandes pérdidas.

Es destacable además que el exterminio masivo de millones de hebreos se llevó a cabo bajo el silencio cómplice de las Iglesias Luterana y Católica, las cuales en todo momento fueron puntualmente informadas de cuanto sucedía.

Si seguimos con atención el hilo argumental de toda esta desdicha, nos queda meridianamente claro que, a lo largo del tiempo, han sido las élites conservadoras y económicamente poderosas las que se han servido del odio antisemita para alcanzar sus objetivos. Así lo demuestran los hechos de la Historia. Hasta el establecimiento del estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial.

A partir de entonces, la derecha más extrema, tanto de Europa como de Norteamérica, a excepción hecha de España, entonces bajo el yugo de Franco, se convertirían en sus mejores aliados.

Por todo esto, quiero expresar mi incomprensión ante el malestar que han provocado las palabras del presidente Zapatero quien, tras condenar el ataque terrorista de que había sido víctima Israel por parte de las milicias de Hezbolá, hizo pública su opinión acerca de que la respuesta al mismo estaba siendo desproporcionada.

En honor a aquellos israelitas que tomaron las armas para luchar y morir, muchos de ellos de ideología socialista, quiero decir que, si hay alguien facultado para pedir que no se produzcan más muertes de inocentes por actos terroristas, es un socialista. La franqueza y la sinceridad con las que el presidente ha manifestado estas ideas nos demuestran su convicción en ellas; ideas que por otro lado compartimos la totalidad de los socialistas y una inmensa mayoría del pueblo español.

Si pudiera preguntárseles a aquellos milicianos hebreos que se enfrentaron con armas ligeras y mediante emboscadas al gran aparato bélico nazi, con sus blindados, su artillería pesada y sus aviones junto con otros socialistas, comunistas y, en algunos casos, republicanos españoles, no me cabe duda alguna de que ellos serían los primeros en escandalizarse y pedir que este horror termine. Los centenares de víctimas producidas por la artillería y la aviación hebrea en la población civil libanesa es algo más que una desmesura.

21 julio 2006

Derechos humanos para la dignidad humana

Sevilla, 21 de julio de 2006


Después de Hitler, Himmler era el hombre con más poder dentro del partido nazi y también, con toda probabilidad, el más loco y el más asesino. En 1936 dictó el siguiente decreto: “En nuestro juicio la homosexualidad, síntoma de degeneración que podría destruir nuestra raza, hemos de volver al principio rector: el exterminio de los degenerados”. En consecuencia, dio orden de enviarlos a los campos de nivel 3; es decir, los campos de exterminio. Según la Iglesia Luterana Austriaca, fueron asesinados más de doscientos mil homosexuales.

No acabaría la injusticia macabra y del horror ahí para estas personas. Tras la guerra se compensó generosamente a los supervivientes de los campos, con excepción hecha a los homosexuales. Para la legislación alemana hasta el año 2000, los ciudadanos/as gays y lesbianas continuaban siendo delincuentes. En la actualidad, la homosexualidad masculina está castigada con pena de muerte en los siguientes países: Afganistán, Pakistán, Chechenia, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Yemen, Mauritania y Sudán.

En nuestro propio país, en 1974, en las postrimerías de la dictadura, se inauguró una cárcel exclusiva para homosexuales cuya finalidad era “regenerarles” y castigar con la prisión sus tendencias sexuales. Esto sucedió cuando el fundador del PP era ministro de represión de Franco.

Hasta aquí el pasado con toda su injusticia, su horror, su miseria, sus asesinatos y su barbarie.

Hablemos ahora de esperanza, de convivencia y progreso. Que mi partido aprobara la ley que permite a dos personas del mismo género contraer matrimonio con igualdad de derechos, como se les había estado negando durante siglos hasta la actualidad, da muestras de una clara intención de crear una sociedad en la que la convivencia, el respeto y la tolerancia estén por encima de todo lo demás.

La aprobación de la ley, así como su desarrollo con completa normalidad desde que entró en vigor es lo que entendemos la mayoría de la ciudadanía como el triunfo de la Luz de la Razón, en contra de la sinrazón de los “iluminados” e “iluminadas” y ha supuesto -esto es lo que me hace sentir más orgullosa como socialista- romper tendencias que fueron aceptadas en su época y rechazadas con posterioridad gracias al esfuerzo progresista, que mantuvo largas luchas por acabar con preceptos morales que en su día parecían adecuados y que en realidad eran del todo aberrantes. No sólo hago referencia al tema de la sexualidad, sino también a creencias disparatadas, erróneas y perversas como la esclavitud, la discriminación de la mujer, de las personas negras, la negación de los derechos de las minorías, el carácter sagrado de los reyes, los estados confesionales, que se aceptara una supremacía de una raza, el uso de la tortura como procedimiento jurídico legítimo, etcétera.

No me gustaría que se entendieran mis palabras como un ataque a ninguna fe religiosa ni mucho menos. Sabemos que la creencia o la fe es un sistema cerrado de pensamientos; si crees, puedes ver más allá que los que no lo hacen. Sin embargo, sí hago alusión directa a la jerarquía eclesiástica española y, sobre todo, a esos dirigentes de asociaciones que defienden como posible un único modelo de familia, de acuerdo con sus propias convicciones religiosas y que marginan cualquier otro tipo de convivencia familiar o de familia que se de en la actualidad.

Ustedes, señores, carecen de cualquier atisbo de legitimidad ética para decir a los demás, a la sociedad civil, qué modelos son buenos y cuáles malos. Deberían entender que, si bien según sus creencias son poseedores de este discernimiento, sólo son libres de aplicarlo a sus vidas, pero nada más. La visión catastrofista de que hay que proteger a la familia, erigiéndose como paladines a ultranza de la Verdad Absoluta, los coloca en las mismas posturas del pasado que tanto dolor y desgracia llevaron a las sociedades que en su momento las padecieron.

15 julio 2006

Derecho Internacional y Humanitario

Sevilla, 15 de julio de 2006


Acabada la Segunda Guerra Mundial, emergieron las dos grandes potencias que decidirían el curso de la Historia durante los siguientes 50 años: la Unión Soviética y los Estados Unidos de América. Ambas naciones dividieron el mundo en dos esferas.
Años después, tras la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos llegó a ser la gran potencia que dirige en la actualidad en gran medida los destinos del resto del Globo Terráqueo.

Quizás una manera de hacerse fuerte sea reconocer nuestras propias debilidades. La realidad es que la Unión Europea, frente los Estados Unidos, carece de peso específico ni tan siquiera para hacerse oír. Eso no nos debe extrañar sistemáticamente, teniendo en cuenta la opinión de los europeos y que el Estado de Israel ignora de forma invariable a la Comunidad de las Naciones Unidas en aquellos temas que no le son propicios.

Es lógico que un continente como el europeo, que en un siglo ha padecido dos guerras mundiales, libradas en su propio suelo y en las que se perdieron millones de vidas humanas, así como un número de daños en sus infraestructuras catastrófico; que ha soportado tiranías como la Hitler, Mussolini o Francisco Franco, carezca de la fuerza política necesaria para hacerse escuchar. Máxime cuando fueron los Estados Unidos quienes, con el Desembarco de Normandía, asestaron el golpe definitivo al Fascismo y al Nazismo que asolaban nuestro continente.

No obstante, la Historia, como la vida, tiene su tiempo. Si bien todo esto aconteció en el pasado, las circunstancias han cambiado mucho en la actualidad. Ahora tenemos frente a Norteamérica a un ejecutivo republicano encabezado por el presidente Bush, quien sólo entiende el final de los conflictos mediante métodos bélicos, sin cuestionarse el costo en vidas humanas; claro ejemplo ha sido la invasión de Irak. Ante semejante perspectivas, Israel se siente plenamente apoyada en todas sus decisiones de carácter bélico referentes a Palestina y a, en la actualidad, Líbano.

El terrorismo es algo deleznable y si no, que nos lo pregunten a los españoles, que lo llevamos sufriendo durante cuarenta años. Pero el terrorismo es un problema de delincuencia común, perpetrado por una serie de iluminados. En ningún caso se le puede tomar por un acto de guerra en que civiles desarmados paguen con sus vidas las fechorías cometidas por estos asesinos.

Además, hay algo en todo esto del derecho a defenderse que continuamente esgrime Israel que me resulta escandaloso. El asesinato de su primer ministro Shamir, llevado a cabo por un israelí, fue un acto de terrorismo puro y duro. Sin embargo, a este asesino se le juzgó con todas las garantías procesales y se le encarceló bajo condena de cadena perpetua puesto que en la legislación del Estado de Israel no se contempla la pena de muerte. Los escoltas del primer ministro no ejecutaron a su asesino in situ, ni derribaron las casas de sus familiares, que es lo que viene perpetrando el ejército hebreo con los sospechosos de terrorismo. A estas alturas, deberían haber aprendido sobradamente que la Ética es universal, mientras que la moral es cambiante y local y es la causante de tantos sufrimientos padecidos por su pueblo durante siglos hasta llegar a los campos de exterminio.

Todos estos hechos demuestran que ambos países (Estados Unidos e Israel) están gobernados por dirigentes agresivos que ven en el belicismo la solución de todos sus problemas. Lo único que consiguen, en lugar de remediar la situación, es alimentar a los terroristas con odio y les prestan una ayuda inestimable para que sigan creando semilleros de fanáticos bajo cuyas acciones padeceremos en los años venideros.

Existen verdaderos eruditos en cuestión de problemas, maestros en la resolución de los conflictos y de los hechos históricos que respaldan las diferentes posturas. Yo, por el contrario, me considero una sencilla aspirante a aprendiz que, desde mi ideología socialista, intento solucionar los problemas de la mejor manera posible, aquí y ahora.
Es por eso por lo que tengo claro que la Unión Europea no debe en modo alguno abandonar a la población Palestina; debe hacerles llegar todo tipo de fármacos y alimentos y ayudarles a establecer hospitales de compaña durante el tiempo que sea necesario. No ha de malgastar este dinero en infraestructuras para que el ejército israelí las destruya, puesto que carece de sentido.
Quizás la única manera de obtener resultados desde nuestra debilidad política deba comenzar por un cambio de mentalidad hacia nuestros países vecinos del sur. Unas relaciones fluidas y amistosas con Marruecos que le permitan un crecimiento económico y un arraigamiento cada vez mayor de su sistema democrático; o la incorporación de Turquía a la Unión Europea, etc., pueden ser las vías de conseguir una Europa con peso suficiente para frenar el integrismo y hacer entender que el único camino para la paz es la paz y el Derecho Internacional.

09 julio 2006

El eslabón perdido

Sevilla, 8 de julio de 2006


La mayoría de los antropólogos, por no decir la totalidad, afirman que el despegue cultural de la humanidad se produjo cuando apareció del lenguaje oral. Desde ese momento, el hombre supo transmitir conocimientos y experiencias a través de la palabra, de esta manera redujo el tiempo de aprendizaje e incrementó el intercambio de comunicación, lo que a su vez trajo consigo el mejor aprovechamiento de los recursos y la creación de la Civilización.

Si realmente fue así, como parece desde un principio, no estaría de más que otros grupos de antropólogos iniciaran un estudio detallado y pormenorizado de cómo el lenguaje, en boca de determinados individuos, supone un retroceso generacional de tal magnitud que nos sitúa nuevamente en el tiempo de los primeros trogloditas. Haré unas pequeñas observaciones a continuación sobre este y otros fenómenos.

Sigamos el método científico que va de lo concreto a lo general para estudiar las contradicciones que a veces encierran las palabras. Tomemos el caso de Federico Jiménez apellidado en segundo lugar como “Losantos”: ¡Es de lo más contradictorio que he escuchado en mi vida! Qué le vamos hacer: cosas del lenguaje. Otro caso, similar al anterior, sería el de Isabel San Sebastián: ea, otro sarcasmo. Como iba diciendo, cosas del lenguaje. Pero volvamos al caso de Jiménez Losantos. Si a la contradicción de su apellido sumamos el hecho de que tan insigne profesional, bien conocido por su mesura en el lenguaje, se expresa desde ondas de la COPE, o sea la Radio de los Obispos, una no tiene más remedio que pensar que si bien los caminos del Señor son inescrutables, también lo son paradójicos. En fin, son cosas que la razón humana no alcanza a entender. Quizás es necesario que existan personajes como este para mostrarnos la Verdad, con mayúsculas, ya que nosotros y nosotras, pobres ciudadanos/as, carecemos de los suficientes sentidos para conocerla. Este debe ser el motivo por el que necesitamos con tanta vital urgencia a seres extraordinarios elegidos por el Episcopado Español.

Además, sugiero que se analice antropológicamente, con todo celo y rigor, la comunicación oral en el Sr. Carlos Herrera, comentarista de Onda Cero. Este profesional que maneja con tanto esmero las definiciones, los adjetivos y todo tipo de recursos del lenguaje para dirigirse al Presidente del Gobierno, lo menciona como el “Sr. Rodríguez”. No dice ninguna mentira, porque el Presidente del ejecutivo es un señor y además su apellido es Rodríguez. Sin embargo, según mi modesto parecer, en tal sutileza creo advertir, no sé porqué muy bien, una cierta carga de desprecio hacia su figura. Ya que un profesional con muchos años de experiencia, el Sr. Carlos Herrera hacer uso de términos más concretos. Si por alguna razón que se me escapa siente especial predilección por el apellido Rodríguez, al hablar de él debería matizar que “el Presidente del Gobierno, Sr. Rodríguez, ha hecho tal o cual cosa”. Emplear únicamente “Sr. Rodríguez” para dirigirse al Presidente del Gobierno parece pobre, chusco, cargado como de cierta malignidad y un profesional de las ondas no debería cometer esas torpezas involuntarias en el lenguaje.

Por ejemplo: es como si alguien para referirse a él (a Carlos Herrera), lo hiciera mencionándolo como “el marido de la Miss”. No estaría faltando a la verdad, pero, ¿a qué suena? Otro ejemplo: “el locutor que vende mariscos a los mejores precios del mercado en sus cuñas publicitarias”. O ¿qué pensaríamos si se refirieran a él como “el vocero de transplantes capilares que prestigia con su voz”?. Entiendo no obstante que quizás el humilde sueldo que le pagan en Onda Cero no sea suficiente para subsistir y deba recurrir a estas “chapucillas” para llegar a final de mes.

Yo por supuesto no pienso usar ninguna de estas formas para hablar de él, no es que ponga en duda que el transplante capilar, los mariscos y alguna que otra marca que el Sr. Carlos Herrera publicita sean de primera calidad, pero… Huy, creo que me estoy alejando del análisis científico, debería volver a los antropólogos para instarles a que estudien este fenómeno de involución lingüística, civilizadora. Desde mi punto de vista, tienen que anotar en sus cuadernos de campo, previa observación, conclusiones que extraigan de las tertulias de la COPE y de Onda Cero. No me cabe duda de que encontrarían grandes similitudes comunicativas y hasta fonéticas con eslabones perdidos del pasado de la familia de los primates.

06 julio 2006

Insensatez

Sevilla, 6 de julio de 2006


La Revolución Francesa transformó las estructuras sociales y económicas y dio origen a nuevos planteamientos generales de la organización y de las formas de convivencia. Dentro del proceso surgió una palabra que condicionaría la vida política de los siglos venideros: ciudadanía. Este término describe la capacidad del ser humano de formar modelos de convivencia, tanto individual como colectiva.

No es lo mismo una sociedad dialogante y generosa, que se esfuerza en resolver problemas que nos afectan a todos y en crear formas de convivencia inteligentes para el bienestar general, que otra que se desvive por mantener continuamente una gresca mezquina que puede despeñar a toda una sociedad por el abismo de la estupidez.

Señor Rajoy, después de escucharle en unas declaraciones afirmar que, tras reunión de los socialistas vascos con Batasuna, el presidente del Gobierno no representa al Estado, sino que únicamente podía hablar en nombre del gobierno y de su partido, es evidente que usted pertenece al segundo modelo social que antes he descrito. Sólo la mala fe y una estupidez destructiva pueden llevarlo a hacer semejantes declaraciones.

Como parlamentario que es, le recuerdo a su señoría que la representación del Estado no le corresponde al presidente del Gobierno, sino al Rey. Respecto al resto de su afirmación, me permito citarle el Título Preliminar de la Constitución en su apartado 2º: “La Soberanía Nacional reside en el Pueblo Español, del que emanan los poderes del Estado”. Artículo 97: “El gobierno dirige la política civil, militar y la defensa del Estado”.

No se trata ya de que sus palabras sean de un disparate desmesurado, propias de un político mediocre que ha perdido el rumbo, sino que atentan directamente contra la Constitución y la Soberanía Popular que ha elegido democráticamente a este Gobierno.

Usted podrá manifestar su desacuerdo con todas aquellas cuestiones que quiera con la máxima dureza, pero en ningún caso puede intentar dinamitar la Constitución y la convivencia del país por medio de la ilegitimación del presidente del Gobierno. Eso lo sitúa a la altura de los terroristas que usted tanto dice detestar.

Salvo que usted tenga la facultad de devolver la vida a los muertos, los miembros amputados y de restituir los sentidos perdidos a ciegos y sordos, es su obligación ética como representante del pueblo tratar de evitar que haya más dolor, más padres sin hijos, más hijos sin padres, más amputaciones o más sentidos perdidos, siempre dentro de los límites que marcan las leyes y la Constitución.

Lo que además usted no parece tener claro cuando apuesta tan abiertamente por la acción policial como única solución a esta lacra que padecemos, es que una cosa es terminar con un problema y otra distinta, resolverlo.

Apostar sólo por la acción policial puede acabar en parte con el problema, pero nunca logrará resolverlo, puesto que lo esencial es que se destruya la semilla causante del odio y del fanatismo asesino.

Un problema sólo es resuelto cuando se ponen las bases de una convivencia aceptadas por todos, dentro de un Estado de Derecho.

02 julio 2006

La Santa Alianza

Sevilla, 1 de Julio de 2006


La mayoría de los historiadores, para hablar del aislamiento histórico de España, toman como referencia el momento de la creación de la Santa Alianza tras la derrota de Napoleón; un directorio formado por Rusia, Austria, Prusia y Gran Bretaña. Como consecuencia de esta, nuestro país quedó deshecho, arruinado y despojado de sus colonias. La promesa que se le hiciera a Fernando VII de que, en caso de que su poder absolutista fuera amenazado, se acudiría en su ayuda resultó más que suficiente para que el monarca aceptara todas las condiciones y sacrificara al país en aras de la permanencia de su despotismo absolutista. Algo que se produjo finalmente con la entrada en el país de los Cien Mil Hijos de San Luis. La Santa Alianza le proporcionó a Fernando VII la oportunidad de ahogar con sangre y fuego el movimiento liberal que se gestaba en nuestra nación y que nos hubiera permitido recorrer el camino de la libertad, el progreso y la convivencia.

En la Historia nunca cabe una literal vuelta atrás y el pueblo no estaba dispuesto a renunciar a las libertades conquistadas en los tiempos de la dominación napoleónica. Así pues, a partir de aquel momento la lucha por las libertades se incrementó en la misma medida en que creció la represión de los gobiernos absolutistas del Antiguo Régimen. En España se promulgaron diferentes constituciones que serían derribadas una y otra vez por una minoría ultra conservadora incapacitada para entender que se abrían nuevos tiempos y que estos eran imparables.

El derrocamiento de las diferentes repúblicas y la instauración en el poder de Espartero y de Primo de Rivera sumieron al país en un proceso de degradación, miseria y pobreza que sólo se vio contrarrestado por la II República. Contra esta República atentaron un puñado de militares traidores y sin honor mediante un golpe de Estado. Estos traidores a la patria impusieron un régimen de terror que no acabaría hasta cuarenta años después.

Después de la aprobación de la Constitución de 1978, nuestro país ha conseguido superar con creces el aislamiento; ha progresado económicamente y ha alcanzado cuotas de bienestar social que hasta el día de hoy nunca habíamos disfrutado. Pero el Franquismo nos obsequió con una manzana envenenada fruto de sus entrañas, que nos torturaría aún cuarenta años más: la banda terrorista ETA.

Cuando escucho a los dirigentes del PP criticar de manera tan áspera y con tanta saña la valentía del Presidente Zapatero al intentar acabar con esta lacra que ha supuesto tanto dolor y derramamiento de sangre, tantos asesinatos inútiles, siniestros y absurdos, junto con el portavoz de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, el señor Alcaraz, quien afirma que el presidente con su actitud legitima las matanzas de ETA, no tengo más remedio que pensar si no nos encontramos ante los espectros del Antiguo Régimen absolutista, al que no le importaba el sacrificio de la ciudadanía con tal de conseguir sus fines.

Si hubiera que definir la actuación llevada a cabo en los últimos meses por los dirigentes del PP junto a los Ansón, Herrera, Jiménez Losantos, PJ Ramírez, etc., etc., no tengo la menor duda de que nos encontramos con los nuevos Cien Mil Hijos de San Luis.

Si algo he aprendido en estos últimos años es que la democracia tiene su propia dinámica y que esta es imparable. Por más que se la quiera contaminar o manipular, la honradez y la honestidad llenan de Esperanza a la mayoría de las personas, sin que eso suponga que no mantengamos un recelo continuo contra la banda terrorista y los asesinos/as que la componen.

En cualquier caso, ocurra lo que ocurra, se consiga o no la paz, podremos decir que nuestro presidente Zapatero abordó el problema con honestidad y sinceridad desde el primer momento. Por mucho que grite la Santa Alianza y que traten de hacer descarrilar la Esperanza, jamás podrán decir que los ha llamado “grupo de liberación vasco” como hiciera el anterior presidente de gobierno, el Sr. Aznar, cuando negoció con ellos y sin embargo no recibió en aquellos momentos crítica alguna por tan desgraciadas palabras e insultantes hacia las víctimas y sus familias.