06 julio 2006

Insensatez

Sevilla, 6 de julio de 2006


La Revolución Francesa transformó las estructuras sociales y económicas y dio origen a nuevos planteamientos generales de la organización y de las formas de convivencia. Dentro del proceso surgió una palabra que condicionaría la vida política de los siglos venideros: ciudadanía. Este término describe la capacidad del ser humano de formar modelos de convivencia, tanto individual como colectiva.

No es lo mismo una sociedad dialogante y generosa, que se esfuerza en resolver problemas que nos afectan a todos y en crear formas de convivencia inteligentes para el bienestar general, que otra que se desvive por mantener continuamente una gresca mezquina que puede despeñar a toda una sociedad por el abismo de la estupidez.

Señor Rajoy, después de escucharle en unas declaraciones afirmar que, tras reunión de los socialistas vascos con Batasuna, el presidente del Gobierno no representa al Estado, sino que únicamente podía hablar en nombre del gobierno y de su partido, es evidente que usted pertenece al segundo modelo social que antes he descrito. Sólo la mala fe y una estupidez destructiva pueden llevarlo a hacer semejantes declaraciones.

Como parlamentario que es, le recuerdo a su señoría que la representación del Estado no le corresponde al presidente del Gobierno, sino al Rey. Respecto al resto de su afirmación, me permito citarle el Título Preliminar de la Constitución en su apartado 2º: “La Soberanía Nacional reside en el Pueblo Español, del que emanan los poderes del Estado”. Artículo 97: “El gobierno dirige la política civil, militar y la defensa del Estado”.

No se trata ya de que sus palabras sean de un disparate desmesurado, propias de un político mediocre que ha perdido el rumbo, sino que atentan directamente contra la Constitución y la Soberanía Popular que ha elegido democráticamente a este Gobierno.

Usted podrá manifestar su desacuerdo con todas aquellas cuestiones que quiera con la máxima dureza, pero en ningún caso puede intentar dinamitar la Constitución y la convivencia del país por medio de la ilegitimación del presidente del Gobierno. Eso lo sitúa a la altura de los terroristas que usted tanto dice detestar.

Salvo que usted tenga la facultad de devolver la vida a los muertos, los miembros amputados y de restituir los sentidos perdidos a ciegos y sordos, es su obligación ética como representante del pueblo tratar de evitar que haya más dolor, más padres sin hijos, más hijos sin padres, más amputaciones o más sentidos perdidos, siempre dentro de los límites que marcan las leyes y la Constitución.

Lo que además usted no parece tener claro cuando apuesta tan abiertamente por la acción policial como única solución a esta lacra que padecemos, es que una cosa es terminar con un problema y otra distinta, resolverlo.

Apostar sólo por la acción policial puede acabar en parte con el problema, pero nunca logrará resolverlo, puesto que lo esencial es que se destruya la semilla causante del odio y del fanatismo asesino.

Un problema sólo es resuelto cuando se ponen las bases de una convivencia aceptadas por todos, dentro de un Estado de Derecho.