03 junio 2006

España y Marruecos: una historia en común

Sevilla, a 3 de junio de 2006


Siempre he entendido mi ideología socialista y los valores humanos que esta contiene como universales. En ellos priman la dignidad del ser humano sobre cualquier otro tipo de cuestiones, la justicia social, la solidaridad, el acceso a la salud y a la educación y el propósito aumentar el nivel de vida de las clases más desfavorecidas. Siempre ha sido mi manera de entender y de vivir el socialismo. Estos valores me los inspira el fundador de mi partido Pablo Iglesias, que a lo largo de toda su vida nunca duda de la condición humana.

España y Marruecos son dos países con una historia en común, historia que quizás comience cuando el Reino de Marruecos acogió aproximadamente a un 1.500.000 andaluces que fueron expulsados tras la conquista de Sevilla por negarse a cambiar de religión.

Esta historia común que compartimos ambas ciudadanías está más llena de incomprensión y sufrimiento que de otra cosa. Si hay que buscar grandes fracasos en los siglos XIX y XX de la conducta humana, pueden encontrarse en cómo pequeños grupos de poder han sido capaces de maniobrar con total soltura, defendiendo sus intereses económicos sin tener en cuenta en ningún momento el bienestar de las personas, ni la muerte o el dolor que producían. No evitaban ni mucho menos, es más, fomentaban los prejuicios y el daño que de ahí se derivaba. Las relaciones que durante estos años nuestros países han mantenido son claro ejemplo de tal conducta.

Por fortuna, las personas con ideologías progresistas hacen que las cosas cambien. Muchas creencias que se aceptaban mayoritariamente en una época acababan siendo rechazadas, tras largas y, con frecuencia terribles, experiencias. Poseemos ambos países una sabiduría escaldada por la esclavitud, la discriminación de la mujer, de los negros, la ignorancia de los derechos de los niños y niñas, por los estados teocráticos, el proceso de inmunización a que se acogen los dogmatismos religiosos, la supremacía de una raza, el uso de la tortura como procedimiento judicial legítimo y muchos otros despropósitos.

La vigencia de estas creencias, disparatadas, erróneas o perversas, es una gran fracaso de la inteligencia social. De nosotros depende superar el fracaso de esta inteligencia, pues hemos heredado de ella un fruto tan letal como maligno, que a día de hoy no hemos sabido conjurar y expulsar para siempre de nuestras relaciones. Es más, permanece solapado, en muchas ocasiones sin que seamos conscientes de que gran parte de nuestras percepciones están contaminadas por el prejuicio.

Estos prejuicios, miserables y malditos, comienzan en 1859 cuando una España decadente en manos de políticos nefastos y con una monarquía anacrónica incapaz de satisfacer las necesidades más básicas de la población, que en su inmensa mayoría vivían en la miseria, invade Marruecos y toma Tetuán en 1904 a cambio de que Francia permitiera a los británicos operar libremente en Egipto. Gran Bretaña reconoció en Marruecos una zona de influencia francesa. Ese mismo año, Francia y España dividieron Marruecos en áreas de influencias y España recibió la parte más pequeña. El imperio alemán pronto discutió esos acuerdos y en Enero de 1906 las principales potencias celebraron una conferencia en Algeciras, para pactar un acuerdo. El resultado fue el Acta de Algeciras, que garantizaba los derechos económicos de cualquier estado sobre Marruecos. Unos meses más tarde Fez era ocupada por tropas francesas, mientras que en 1909 España expandía sus posesiones en el norte.

Pero estaba claro que el pueblo marroquí estaba dispuesto a recuperar su soberanía. Esta intención que quedó patente inmediatamente después de la firma de estos acuerdos, supuso el enfrentamiento y la muerte de miles de personas. Unas, porque luchaban voluntariamente por su liberación; otras en cambio se veían abocadas a permanecer allí muriendo o matando, porque era tan humildes que no tenían el suficiente dinero para pagar su excedencia de la leva.

A todo esto, la población española seguía careciendo de lo más básico para subsistir. La situación se vio agravada por el empleo de los escasos recursos en la guerra. Además del sufrimiento que significaban las pérdidas de vidas, el conflicto trajo consigo que aquellos recursos tan necesarios para la modernización del país y su progreso, se gastaran en la esterilidad de aquella guerra. Los estamentos más radicales de la derecha, lejos de reconocer a un pueblo que luchaba por su independencia, optaron por el envenenamiento informativo de la población. Esto es, cuando se disponían a hablar de un país ocupado, utilizaban expresiones como “el moro traicionero”, “el moro es traidor”, “los moros no sirven para nada, son unos flojos”, etcétera. Esta política informativa iba dirigida a las clases sociales más oprimidas, para que el odio y la xenofobia sirvieran de dique de contención a una vida llena de privaciones y libertades políticas.

Por si esto fuera poco, en 1936 un general llamado Francisco Franco, auspiciado por la derecha más extrema del país, utilizó a las fuerzas llamadas coloniales para introducirlas en la Península y perpetrar un golpe de estado contra la legalidad de la República. Si ya de por sí resulta perverso movilizar a personas para que vayan a luchar, a morir o a matar por una causa que les era ajena, todavía resulta más cruel y perverso que estos mismos golpistas aterrorizaran a la población inventando mil y una patrañas sobre los moros y su barbarie tanto en el campo de batalla como con los presos. Así fueron víctimas dos veces: de la muerte y la difamación.

Hasta aquí he querido expresar mi visión de una realidad histórica en la que ambos pueblos fueron víctimas por separado de la codicia y de la barbarie, que marcaron además durante todos estos años nuestras relaciones.

Ha llegado por fin la hora de que nos veamos como somos: ciudadanos y ciudadanas de una geografía cercana, de que podamos trabajar juntos por un futuro nuevo y mejor para los dos pueblos, de que hablemos de soluciones para mejorar la calidad de vida de nuestros países. Esto sólo se podrá conseguir si los socialistas de ambos pueblos comenzamos a trabajar desde las bases. Somos las bases quienes tenemos que entretejer una gran tela que nos permita acercarnos con confianza, en fraternidad y en la solidaridad para prestarnos ayuda mutua, ya que nuestra ideología es universal.
Por otro lado quisiera que todos todas tomáramos conciencia de que Marruecos es la gran esperanza de Occidente y de la Unión Europea contra el integrismo; pero para que esta esperanza permanezca firme, ambos partidos socialistas, con la ayuda de la UE o sin ella, tenemos que poner en marcha los proyectos económicos que permitan un desarrollo rápido e integral del país amigo y que mejore sus condiciones de vida allí donde sea necesario.

Acabar con el prejuicio, el último estandarte de una época de barbarie que a ambos pueblos nos tocó vivir, así como con los estigmas que puedan quedar aún a ambos lados de la orilla, será una lucha por el progreso y por el bienestar que nos permitirá enterrar definitivamente un pasado doloroso, para abrir las esperanzas y concordia a un futuro lleno de cooperación y entendimiento.

Por mi parte, espero que se cumpla mi sueño de que la ciudadanía de ambos países nos podamos mover por ellos con el sólo uso de la tarjeta de identidad.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

España tiene una deuda histórica; tanto con el Sáhara como con el reino de Marruecos.
Espero por el bien de la infancia de ambos países que se llegue a un acuerdo lo antes posible.

5:11 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

uii uii
eso es fijo tarde o temprano eso esta esperado politicamente.
i la politica de marruecos es una de las politicas con mas fondo universal de la historia

qualkieor cosa podra salir muy caro...

9:04 p. m.  

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