02 julio 2006

La Santa Alianza

Sevilla, 1 de Julio de 2006


La mayoría de los historiadores, para hablar del aislamiento histórico de España, toman como referencia el momento de la creación de la Santa Alianza tras la derrota de Napoleón; un directorio formado por Rusia, Austria, Prusia y Gran Bretaña. Como consecuencia de esta, nuestro país quedó deshecho, arruinado y despojado de sus colonias. La promesa que se le hiciera a Fernando VII de que, en caso de que su poder absolutista fuera amenazado, se acudiría en su ayuda resultó más que suficiente para que el monarca aceptara todas las condiciones y sacrificara al país en aras de la permanencia de su despotismo absolutista. Algo que se produjo finalmente con la entrada en el país de los Cien Mil Hijos de San Luis. La Santa Alianza le proporcionó a Fernando VII la oportunidad de ahogar con sangre y fuego el movimiento liberal que se gestaba en nuestra nación y que nos hubiera permitido recorrer el camino de la libertad, el progreso y la convivencia.

En la Historia nunca cabe una literal vuelta atrás y el pueblo no estaba dispuesto a renunciar a las libertades conquistadas en los tiempos de la dominación napoleónica. Así pues, a partir de aquel momento la lucha por las libertades se incrementó en la misma medida en que creció la represión de los gobiernos absolutistas del Antiguo Régimen. En España se promulgaron diferentes constituciones que serían derribadas una y otra vez por una minoría ultra conservadora incapacitada para entender que se abrían nuevos tiempos y que estos eran imparables.

El derrocamiento de las diferentes repúblicas y la instauración en el poder de Espartero y de Primo de Rivera sumieron al país en un proceso de degradación, miseria y pobreza que sólo se vio contrarrestado por la II República. Contra esta República atentaron un puñado de militares traidores y sin honor mediante un golpe de Estado. Estos traidores a la patria impusieron un régimen de terror que no acabaría hasta cuarenta años después.

Después de la aprobación de la Constitución de 1978, nuestro país ha conseguido superar con creces el aislamiento; ha progresado económicamente y ha alcanzado cuotas de bienestar social que hasta el día de hoy nunca habíamos disfrutado. Pero el Franquismo nos obsequió con una manzana envenenada fruto de sus entrañas, que nos torturaría aún cuarenta años más: la banda terrorista ETA.

Cuando escucho a los dirigentes del PP criticar de manera tan áspera y con tanta saña la valentía del Presidente Zapatero al intentar acabar con esta lacra que ha supuesto tanto dolor y derramamiento de sangre, tantos asesinatos inútiles, siniestros y absurdos, junto con el portavoz de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, el señor Alcaraz, quien afirma que el presidente con su actitud legitima las matanzas de ETA, no tengo más remedio que pensar si no nos encontramos ante los espectros del Antiguo Régimen absolutista, al que no le importaba el sacrificio de la ciudadanía con tal de conseguir sus fines.

Si hubiera que definir la actuación llevada a cabo en los últimos meses por los dirigentes del PP junto a los Ansón, Herrera, Jiménez Losantos, PJ Ramírez, etc., etc., no tengo la menor duda de que nos encontramos con los nuevos Cien Mil Hijos de San Luis.

Si algo he aprendido en estos últimos años es que la democracia tiene su propia dinámica y que esta es imparable. Por más que se la quiera contaminar o manipular, la honradez y la honestidad llenan de Esperanza a la mayoría de las personas, sin que eso suponga que no mantengamos un recelo continuo contra la banda terrorista y los asesinos/as que la componen.

En cualquier caso, ocurra lo que ocurra, se consiga o no la paz, podremos decir que nuestro presidente Zapatero abordó el problema con honestidad y sinceridad desde el primer momento. Por mucho que grite la Santa Alianza y que traten de hacer descarrilar la Esperanza, jamás podrán decir que los ha llamado “grupo de liberación vasco” como hiciera el anterior presidente de gobierno, el Sr. Aznar, cuando negoció con ellos y sin embargo no recibió en aquellos momentos crítica alguna por tan desgraciadas palabras e insultantes hacia las víctimas y sus familias.