29 julio 2006

Líbano: ¿guerra o castigo?

Sevilla, 29 de julio de 2006


Si hubiera que elegir un pueblo perseguido por sus ideas religiosas a lo largo de la historia, ese sería sin duda el hebreo. Empleo con plena conciencia el término hebreo porque “judío” está cargado de connotaciones peyorativas y, además, es incorrecto.

Tanto hebreos como cristianos comparten el Antiguo Testamento (Génesis 32 – 28: “De ahora en adelante” le dice Dios a su siervo “Ya no te llamaré Jacob, sino Israel, pues luchaste con Dios y con los hombres y venciste”. Jacob tendría doce hijos que formaron las doce tribus de Israel, siendo la de Judá la más importante y terminó absorbiendo a las demás.

El término “judío” o “judaísmo” se utiliza posteriormente con intenciones manipuladoras. El enorme parecido entre la palabra “judío” y el nombre de “Judas”, el apóstol de Jesucristo símbolo de la traición y que entregó al Mesías a la muerte. De esta manera, la Iglesia colectiviza a toda una comunidad como participantes de aquella traición y la unifica bajo la denominación de “judíos”.

El 29 de abril de 1492, el decreto redactado por el inquisidor Torquemada estipulaba que todos los “judíos” habían de ser bautizados, o bien abandonar el país a finales del mes de julio. No podrían llevar consigo ni oro, ni plata, ni dinero. Este decreto tuvo como trasfondo la reciente fundación del Santo Oficio, llevada a cabo unos doce años antes, en 1480. El Santo Oficio fue responsable de la muerte violenta y bajo tortura de más de mil hebreos.

La salida de estos del país supuso una auténtica sangría tanto económica como intelectual. A partir de entonces, desde los púlpitos de las iglesias católicas, los sacerdotes no cejaban en su empeño de proclamar la culpabilidad de los judíos como asesinos de Dios.

En 1942, ya con la guerra perdida, Hitler da la orden de exterminio de los judíos, poniendo en funcionamiento la maquinaria infernal de destrucción y muerte que tan criminalmente efectiva resultó ser. Se produjo así lo que hoy conocemos bajo el nombre de “Holocausto”. De yo haber vivido en aquellos tiempos no podría haber hecho nada por evitarlo: los primeros en pisar los campos de exterminio nazis fueron los disidentes del régimen: comunistas, socialistas, progresistas y gente de izquierdas en general, además de discapacitados, homosexuales, gitanos, etcétera, compartieron el mismo destino.

Los israelitas que entonces profesaban esas creencias religiosas eran numerosísimos, tantos, que muchos de ellos, tras lograr huir en un primer momento del horror, consiguieron agruparse en guerrillas que lucharon con valentía contra el poder nazi y les causaron grandes pérdidas.

Es destacable además que el exterminio masivo de millones de hebreos se llevó a cabo bajo el silencio cómplice de las Iglesias Luterana y Católica, las cuales en todo momento fueron puntualmente informadas de cuanto sucedía.

Si seguimos con atención el hilo argumental de toda esta desdicha, nos queda meridianamente claro que, a lo largo del tiempo, han sido las élites conservadoras y económicamente poderosas las que se han servido del odio antisemita para alcanzar sus objetivos. Así lo demuestran los hechos de la Historia. Hasta el establecimiento del estado de Israel tras la Segunda Guerra Mundial.

A partir de entonces, la derecha más extrema, tanto de Europa como de Norteamérica, a excepción hecha de España, entonces bajo el yugo de Franco, se convertirían en sus mejores aliados.

Por todo esto, quiero expresar mi incomprensión ante el malestar que han provocado las palabras del presidente Zapatero quien, tras condenar el ataque terrorista de que había sido víctima Israel por parte de las milicias de Hezbolá, hizo pública su opinión acerca de que la respuesta al mismo estaba siendo desproporcionada.

En honor a aquellos israelitas que tomaron las armas para luchar y morir, muchos de ellos de ideología socialista, quiero decir que, si hay alguien facultado para pedir que no se produzcan más muertes de inocentes por actos terroristas, es un socialista. La franqueza y la sinceridad con las que el presidente ha manifestado estas ideas nos demuestran su convicción en ellas; ideas que por otro lado compartimos la totalidad de los socialistas y una inmensa mayoría del pueblo español.

Si pudiera preguntárseles a aquellos milicianos hebreos que se enfrentaron con armas ligeras y mediante emboscadas al gran aparato bélico nazi, con sus blindados, su artillería pesada y sus aviones junto con otros socialistas, comunistas y, en algunos casos, republicanos españoles, no me cabe duda alguna de que ellos serían los primeros en escandalizarse y pedir que este horror termine. Los centenares de víctimas producidas por la artillería y la aviación hebrea en la población civil libanesa es algo más que una desmesura.