09 julio 2006

El eslabón perdido

Sevilla, 8 de julio de 2006


La mayoría de los antropólogos, por no decir la totalidad, afirman que el despegue cultural de la humanidad se produjo cuando apareció del lenguaje oral. Desde ese momento, el hombre supo transmitir conocimientos y experiencias a través de la palabra, de esta manera redujo el tiempo de aprendizaje e incrementó el intercambio de comunicación, lo que a su vez trajo consigo el mejor aprovechamiento de los recursos y la creación de la Civilización.

Si realmente fue así, como parece desde un principio, no estaría de más que otros grupos de antropólogos iniciaran un estudio detallado y pormenorizado de cómo el lenguaje, en boca de determinados individuos, supone un retroceso generacional de tal magnitud que nos sitúa nuevamente en el tiempo de los primeros trogloditas. Haré unas pequeñas observaciones a continuación sobre este y otros fenómenos.

Sigamos el método científico que va de lo concreto a lo general para estudiar las contradicciones que a veces encierran las palabras. Tomemos el caso de Federico Jiménez apellidado en segundo lugar como “Losantos”: ¡Es de lo más contradictorio que he escuchado en mi vida! Qué le vamos hacer: cosas del lenguaje. Otro caso, similar al anterior, sería el de Isabel San Sebastián: ea, otro sarcasmo. Como iba diciendo, cosas del lenguaje. Pero volvamos al caso de Jiménez Losantos. Si a la contradicción de su apellido sumamos el hecho de que tan insigne profesional, bien conocido por su mesura en el lenguaje, se expresa desde ondas de la COPE, o sea la Radio de los Obispos, una no tiene más remedio que pensar que si bien los caminos del Señor son inescrutables, también lo son paradójicos. En fin, son cosas que la razón humana no alcanza a entender. Quizás es necesario que existan personajes como este para mostrarnos la Verdad, con mayúsculas, ya que nosotros y nosotras, pobres ciudadanos/as, carecemos de los suficientes sentidos para conocerla. Este debe ser el motivo por el que necesitamos con tanta vital urgencia a seres extraordinarios elegidos por el Episcopado Español.

Además, sugiero que se analice antropológicamente, con todo celo y rigor, la comunicación oral en el Sr. Carlos Herrera, comentarista de Onda Cero. Este profesional que maneja con tanto esmero las definiciones, los adjetivos y todo tipo de recursos del lenguaje para dirigirse al Presidente del Gobierno, lo menciona como el “Sr. Rodríguez”. No dice ninguna mentira, porque el Presidente del ejecutivo es un señor y además su apellido es Rodríguez. Sin embargo, según mi modesto parecer, en tal sutileza creo advertir, no sé porqué muy bien, una cierta carga de desprecio hacia su figura. Ya que un profesional con muchos años de experiencia, el Sr. Carlos Herrera hacer uso de términos más concretos. Si por alguna razón que se me escapa siente especial predilección por el apellido Rodríguez, al hablar de él debería matizar que “el Presidente del Gobierno, Sr. Rodríguez, ha hecho tal o cual cosa”. Emplear únicamente “Sr. Rodríguez” para dirigirse al Presidente del Gobierno parece pobre, chusco, cargado como de cierta malignidad y un profesional de las ondas no debería cometer esas torpezas involuntarias en el lenguaje.

Por ejemplo: es como si alguien para referirse a él (a Carlos Herrera), lo hiciera mencionándolo como “el marido de la Miss”. No estaría faltando a la verdad, pero, ¿a qué suena? Otro ejemplo: “el locutor que vende mariscos a los mejores precios del mercado en sus cuñas publicitarias”. O ¿qué pensaríamos si se refirieran a él como “el vocero de transplantes capilares que prestigia con su voz”?. Entiendo no obstante que quizás el humilde sueldo que le pagan en Onda Cero no sea suficiente para subsistir y deba recurrir a estas “chapucillas” para llegar a final de mes.

Yo por supuesto no pienso usar ninguna de estas formas para hablar de él, no es que ponga en duda que el transplante capilar, los mariscos y alguna que otra marca que el Sr. Carlos Herrera publicita sean de primera calidad, pero… Huy, creo que me estoy alejando del análisis científico, debería volver a los antropólogos para instarles a que estudien este fenómeno de involución lingüística, civilizadora. Desde mi punto de vista, tienen que anotar en sus cuadernos de campo, previa observación, conclusiones que extraigan de las tertulias de la COPE y de Onda Cero. No me cabe duda de que encontrarían grandes similitudes comunicativas y hasta fonéticas con eslabones perdidos del pasado de la familia de los primates.