Ejemplos del pasado
27 de marzo de 2006
En estos días de esperanza y extrema prudencia tras el alto el fuego permanente de ETA, escucho muchas y variadas opiniones. Casi todas ellas apuntan hacia encontrar las vías adecuadas y necesarias para que este período tan delicado y doloroso de nuestra historia llegue a su fin y deje de ser una herida abierta en el sentir colectivo del país.
Antes de proseguir, quiero poner de relieve mi cautela a la hora de tratar ciertos temas. Al hablar de dolor y de muerte, temo no dar con las expresiones adecuadas y por tanto volverme muy reiterativa en la manifestación del respeto a las víctimas y a sus familias; también puede conducirme a la autocensura. Como ciudadana, reconozco mis limitaciones y admito que los sentimientos me pueden.
Escucho informaciones sobre el análisis de la situación que afirman que el Sinn Fein asesora a ETA. Por otro lado, llega a mi conocimiento que Londres y Dublín apoyan al gobierno español en los primeros pasos del alto al fuego. En definitiva, se trata de encontrar un modelo, un patrón de comportamiento político y social que nos lleve a una solución adecuada y definitiva para tan delicada coyuntura.
Los modelos anteriores, aunque exitosos, no tienen porqué servir del mismo modo para las situaciones actuales. De cualquier manera, cuanta más información y más datos se manejen mejor será el diálogo, se obtendrán más ideas y, por encima de todo, creo que ha de prevalecer la voluntad. La voluntad debe ser en todo momento el valor más representativo de todo el proceso, puesto que sin esta, por más asesoramiento especializado que se reciba en ningún caso podrá alcanzarse la solución definitiva que todos deseamos.
Nunca he ocultado ni mi admiración ni mi respeto por los republicanos, quienes tras el triunfo del golpe de estado perpetrado por Franco sufrieron persecución, prisión, muerte y exilio. Las historias, cuando se las individualiza y se les pone nombres y apellidos para ser mejor contadas, se hacen más reales y más próximas; como si el pasado pudiera abrirnos una puerta al futuro.
Voy a contar ahora una de estas historias. La conozco gracias a alguien próximo a mí que fue quien la vivió directamente, ya que yo no tuve el privilegio de conocer a su protagonista.
El apellido falso que tomó para regresar de su exilio en Francia era Antolín. Era un hombre serio y de lenguaje austero, no exento de cierta aspereza en el trato. Había abierto una carpintería de cuyos beneficios vivió el resto de su vida. En los últimos días del dictador, este hombre reveló su auténtica identidad para sorpresa de muchos. Dio su verdadero nombre y por supuesto sus apellidos. Omitiré estos últimos, pero de él diré que se llamaba Miguel.
Miguel era oficial del ejército que permaneció fiel a la República. Este acto le costó su patrimonio familiar y la muerte de sus seres queridos. No daré más detalles. Miguel nunca dejó de manifestar el siguiente pensamiento: lo que ocurrió en 1936 no debía jamás volver a ocurrir bajo ningún concepto. Para ello puso toda su voluntad en la reconciliación sin pedir nada a cambio, ni tan siquiera que se le hiciera justicia. Quería por encima de todo una ciudadanía que conviviera en paz.
Miguel murió pocos años después de su regreso a casa a causa de las heridas que sufrió a manos de un “tironero” cuando trataba de defender a una señora de más edad que él. Tras ingresar en el hospital sobrevivió tan sólo tres días. Su entierro fue muy sencillo, casi anónimo. En ningún momento nadie le reconoció su trayectoria; únicamente unos pocos de los asistentes conocían que Miguel no se apellidaba Antolín.
Por todo esto, entiendo que las víctimas tienen mucho que decir en todo el proceso que se abre. Sin embargo, personas como el señor Alcaraz, con cuya situación a nivel personal me solidarizo, no puede representar a dicho colectivo. Alguien que afirma que el Gobierno de la nación se ha arrodillado ante ETA no puede en modo alguno ser su portavoz.
No seré yo quien pida para la situación actual que se aplique la forma de pensar de Miguel. Entre otras cosas, porque fue injusta para él. Por fortuna, hay en prisión terroristas que ya han pagado mediante sentencias, con años de cárcel y el reconocimiento de sus crímenes a sus víctimas y a sus familias. Es lo que merecen estas víctimas y sus familias; pero también lo hubiera merecido Miguel.
Por todo lo anterior, pediría que solamente, a modo de reflexión, cuando se hable de modelos para la paz y la convivencia, se tenga en cuenta el que ya tuvieron los republicanos. Como Miguel, o Antolín.