01 noviembre 2007

Orfandad de aplausos

Sevilla, 1 de noviembre de 2007

Define la Real Academia de la Lengua Española como “palmotear en señal de aprobación”. Una acción que en política resulta normal. No obstante, en el caso de que suceda en el País Vasco, debe ser considerado como un hecho que nos conduzce a la reflexión.

La petición de apertura del juicio contra el Lehendakari Ibarretxe y el socialista Ares por sus contactos con Herri Batasuna se refleja en la Ley de Enjuiciamiento como un delito que puede ser penado con desde 9 meses hasta 4 años de cárcel. Lejos de entrar en la cuestión jurídica, mis pensamientos y vivencias socialistas me llevan por otros derroteros.

De seguir adelante el proceso, como ya he dicho, tanto el señor Ares como el señor Ibarretxe podrían ser condenados con hasta cuatro años de cárcel. Aunque ambos fuesen hallados culpables del mismo delito y debiesen cumplir idéntica pena, la realidad de los hechos es muy diferente.

Al Lehendakari, cada vez que sube por las escaleras para prestar declaración y posteriormente las desciende, recibe una salva de aplausos de sus incondicionales que manifiestan así su apoyo. Mientras, en el caso de los socialistas, por alguna razón que desconozco, en sus mismas circunstancias a su alrededor sólo se percibe un vacío.

¿Cómo es posible que un ciudadano que puede recibir idéntica penalización por un supuesto delito sufra semejante discriminación respecto a otro?

¿Es que los nacionalistas vascos y la derecha española permanecen libres de pecado, como un niño no nacido, mientras que los socialistas ya nos encontramos mancillados por el pecado original y, por tal motivo, no merecemos ningún tipo de calor humano, aunque sea desde nuestras propias filas?

En el caso que nos ocupa, el aplauso se nos aparece como una acción discriminatoria entre “buenos” y “malos”. Claro que, según una determinada interpretación de la Historia, los socialistas en general y los vascos en particular, pertenecen al último grupo.

Cuando el gobierno de Aznar aprobó la ley que permitía encarcelar a alguien por proponer un referéndum, los parlamentarios del Partido Popular, puestos en pie, aplaudieron. Los militantes del PNV, cuando el señor Arzalluz bajó las escaleras del Palacio de Justicia, le recibieron con una ovación. Sin embargo a nosotros los socialistas, cuando derogamos la misma ley, nadie nos aplaudió. Ni en esa, ni en otras ocasiones que pueda recordar.

Por todo lo dicho me gustaría que, aunque fuese una sola vez, como la proverbial excepción que confirma la regla, nos aplaudiéramos. Tan sólo aplaudirnos, no hablo ya del abrazo de Arzalluz y Aznar en el aeropuerto de Sondika; lo que supone una exageración. Semejantes muestras de cariño y afecto me parecen excesivas. No, tan sólo pido un aplauso, aunque sea pequeñito, para todos los compañeros y compañeras y todas las personas que viven en la incertidumbre, que temen a diario por su integridad física, sabedores de que ninguno de nosotros es poseedor de la verdad absoluta; algo que parecen desconocer los representantes del PNV y del Partido Popular.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

El PSOE en Sevilla no gobierna con criterios progresistas. No existe un partido que trate peor a sus militantes de base.

4:51 p. m.  

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