30 noviembre 2007

Ser socialista

Sois socialistas no para amar
en silencio nuestras ideas,
ni para recrearse con su grandeza
y el espíritu que las anima,
sino para llevarlas a todas partes.
Pablo Iglesias
Sevilla, 30 de noviembre de 2007
Existen muchas diferencias entre la derecha y los socialistas. Como mujer progresista, seguidora de la ideología de Pablo Iglesias, destaca para mí como cualidad, de entre todas estas visiones diferentes que sobre la vida y el mundo tenemos unos y otros, la solidaridad.
Ser socialista es un orgullo y una responsabilidad. Es una manera de ser y de entender la vida; un compromiso con la solidaridad, el progreso, las libertades individuales y colectivas. No se puede entender la rivalidad política entre la derecha y nosotros como si tratara de un título de liga que se disputaran dos equipos de fútbol de la misma ciudad, se trata de saber y de tener muy claro a qué pertenecemos las mujeres y los hombres del PSOE. Tenemos una superioridad moral sobre otros partidos desde el origen.

Esto queda muy de relieve en relación con el partido popular. Tomemos como referente a sus distintos fundadores, ¿alguien de verdad puede pensar que la valía humana y moral de Pablo Iglesias se puede comparar ni por asomo con la de don Manuel Fraga Iribarne? La figura del fundador de nuestro partido es la de un hombre comprometido con la libertad y la protección de los más débiles en tiempos muy difíciles. Tuvo que pasar todo tipo de privaciones, pero nunca se paró a pensar en sí mismo. Antepuso su ideología a su bienestar personal. Ese era nuestro fundador.

Como fundador del PP nos encontramos con un personaje salido de las entrañas de una dictadura franquista que sumió al país en todo tipo de miserias durante 40 años y fue responsable de la pérdida de miles de vidas de españoles, no sólo en el enfrentamiento armado que mantuvieron los defensores de la legalidad vigente contra los insurrectos traidores, sino también en la represión que llevó a cabo terminada la mal llamada guerra civil contra todas aquellas personas que respetaban la libertad y despreciaban al fascismo. No estaría de más que alguna vez se emprendiera un período de investigación histórica que explicara a los españoles cuál fue el comportamiento del señor Fraga en los sucesos del Montejurra, cuando era ministro del dictador. También sería adecuado que los responsables del ministerio del interior de la época incluso ya en democracia explicaran qué medidas se llevaron a cabo entonces para esclarecer el asesinato de ciudadanos españoles en el extranjero por su ideología política. Me refiero a grupos como el Batallón Vasco Español; los Guerrilleros de Cristo Rey o la Triple A. Así que fijaos en las diferencias entre el pasado de una formación política como el PP y nuestro partido.

Quiero mostrar desde aquí mi lealtad y mi disponibilidad al secretario de nuestro partido y presidente del gobierno, ZP; porque he sido, soy y seré socialista, hasta que el cuerpo me haga sombra.

01 noviembre 2007

Orfandad de aplausos

Sevilla, 1 de noviembre de 2007

Define la Real Academia de la Lengua Española como “palmotear en señal de aprobación”. Una acción que en política resulta normal. No obstante, en el caso de que suceda en el País Vasco, debe ser considerado como un hecho que nos conduzce a la reflexión.

La petición de apertura del juicio contra el Lehendakari Ibarretxe y el socialista Ares por sus contactos con Herri Batasuna se refleja en la Ley de Enjuiciamiento como un delito que puede ser penado con desde 9 meses hasta 4 años de cárcel. Lejos de entrar en la cuestión jurídica, mis pensamientos y vivencias socialistas me llevan por otros derroteros.

De seguir adelante el proceso, como ya he dicho, tanto el señor Ares como el señor Ibarretxe podrían ser condenados con hasta cuatro años de cárcel. Aunque ambos fuesen hallados culpables del mismo delito y debiesen cumplir idéntica pena, la realidad de los hechos es muy diferente.

Al Lehendakari, cada vez que sube por las escaleras para prestar declaración y posteriormente las desciende, recibe una salva de aplausos de sus incondicionales que manifiestan así su apoyo. Mientras, en el caso de los socialistas, por alguna razón que desconozco, en sus mismas circunstancias a su alrededor sólo se percibe un vacío.

¿Cómo es posible que un ciudadano que puede recibir idéntica penalización por un supuesto delito sufra semejante discriminación respecto a otro?

¿Es que los nacionalistas vascos y la derecha española permanecen libres de pecado, como un niño no nacido, mientras que los socialistas ya nos encontramos mancillados por el pecado original y, por tal motivo, no merecemos ningún tipo de calor humano, aunque sea desde nuestras propias filas?

En el caso que nos ocupa, el aplauso se nos aparece como una acción discriminatoria entre “buenos” y “malos”. Claro que, según una determinada interpretación de la Historia, los socialistas en general y los vascos en particular, pertenecen al último grupo.

Cuando el gobierno de Aznar aprobó la ley que permitía encarcelar a alguien por proponer un referéndum, los parlamentarios del Partido Popular, puestos en pie, aplaudieron. Los militantes del PNV, cuando el señor Arzalluz bajó las escaleras del Palacio de Justicia, le recibieron con una ovación. Sin embargo a nosotros los socialistas, cuando derogamos la misma ley, nadie nos aplaudió. Ni en esa, ni en otras ocasiones que pueda recordar.

Por todo lo dicho me gustaría que, aunque fuese una sola vez, como la proverbial excepción que confirma la regla, nos aplaudiéramos. Tan sólo aplaudirnos, no hablo ya del abrazo de Arzalluz y Aznar en el aeropuerto de Sondika; lo que supone una exageración. Semejantes muestras de cariño y afecto me parecen excesivas. No, tan sólo pido un aplauso, aunque sea pequeñito, para todos los compañeros y compañeras y todas las personas que viven en la incertidumbre, que temen a diario por su integridad física, sabedores de que ninguno de nosotros es poseedor de la verdad absoluta; algo que parecen desconocer los representantes del PNV y del Partido Popular.