23 abril 2007

La excepción que confirma la regla

Sevilla, 22 de abril de 2007
De Despeñaperros para abajo tenemos un dicho: “nunca digas de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre”.
Cuando comencé el blog tomé la determinación de no responder a ningún comentario. Ahora estoy a punto de quebrantar dicha resolución, así que en mi opinión es mejor hacerlo como un nuevo artículo, en lugar de limitarme a hacer aparecer mi contestación en la lista de comentarios. No obstante, espero que esta sea la excepción que confirma la regla.

Estimado/a anónimo/a, me dirijo a usted para agradecerle el estímulo que han supuesto ciertos comentarios de los que he sido objeto, como desearme la muerte (por ejemplo). Han sido un auténtico revulsivo y me han hecho comprender que hasta el último grano de arena del desierto es necesario a la hora de defender las libertades y la vida del ataque de individuos/as como usted que, de manera tan alegre, condenan a muerte a los ciudadanos que no piensan igual. La discrepancia y el entendimiento forman parte de la convivencia y el progreso. La desdicha y la muerte sólo pueden tener cabida en la mente de quienes desconocen lo que significa ser humano.

Por sus palabras y sus maneras, tengo la certeza de que se siente más atraído/a por la muerte que por la vida, por el odio que por el bienestar y que prefiere el enfrentamiento a la convivencia. Sus instintos asesinos deben estar determinados por su lugar de nacimiento y de residencia porque; de lo contrario, no dudaría en afirmar que me encuentro ante un sub-hombre o una sub-mujer inmoral, que apoya a la banda terrorista ETA y jalea sus crímenes. Seguro que además formaría parte de aquellos cobardes que a traición y por la espalda cometen execrables asesinatos. No deja de ser paradójico que violencia y nacionalismo unan a homicidas que lucen máscaras tan diferentes en apariencia.

Le desearía que evolucione, si fuera posible, hacia la racionalidad de la convivencia, la paz bajo el amparo de nuestra Constitución y nuestra Democracia, pero dudo que sea capaz.
Así pues, como no lo creo posible, le ruego que al menos en ocasiones venideras, para desearme la muerte emplee otros términos. No utilice la palabra “cáncer”: me parece de una miseria moral extrema. Me ofende tanto al recordar a los hombres, mujeres y niños que lo padecen como el sufrimiento de sus familiares y amigos.

Creo que me he puesto demasiado seria y eso es algo que usted no merece de manera alguna.

Para finalizar, le prometo que si viene la Parca a buscarme, le visitaré cada noche de cada día de todos los años en los que aún permanezca con vida para recordarle que sus deseos se cumplieron.

14 abril 2007

La Historia no contada

Sevilla, 14 de abril de 2007
Hasta el período histórico comprendido entre el 14 de abril de 1931, cuando tuvo lugar la proclamación de la segunda República española, y el 18 de julio de 1936, momento en que un golpe de Estado cruento desembocó en una agresión militar continua con ayuda de los regímenes fascistas de aquella época encabezados por Benito Mussolini y Adolf Hitler y que concluyó el 1 de abril de 1939 con el inicio de un atroz régimen dictatorial y una represión contra las libertades de la ciudadanía que no compartiera la ideología fascista, la palabra “guapo” sólo tenía un significado: el de persona bien parecida.
A partir de tal fecha sin embargo “guapo” tendría otra connotación para los hombres y mujeres que combatieron el fascismo. La dictadura implantada a través de la traición, la muerte y la sangre prohibía cualquier expresión de apoyo a los republicanos que, en camiones descubiertos, eran conducidos por los pueblos y ciudades españolas para ser fusilados; eufemismo que se mantiene hasta nuestros días porque lo correcto sería decir “asesinados”.
A estos luchadores y luchadoras por la libertad, hombres y mujeres que no renunciaron a sus principios, se les llamaba “los guapos” para burlar la represión fascista. “¡Guapos!” se les gritaba desde los campos, desde las calles y desde las mismas puertas de los cementerios donde eran asesinados.
Por ellos y por ellas y por los valientes que gritaban al paso de los camiones de la muerte, dedicamos nuestros recuerdos y memoria: a los guapos republicanos.