La excepción que confirma la regla
Sevilla, 22 de abril de 2007
De Despeñaperros para abajo tenemos un dicho: “nunca digas de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre”.
Cuando comencé el blog tomé la determinación de no responder a ningún comentario. Ahora estoy a punto de quebrantar dicha resolución, así que en mi opinión es mejor hacerlo como un nuevo artículo, en lugar de limitarme a hacer aparecer mi contestación en la lista de comentarios. No obstante, espero que esta sea la excepción que confirma la regla.
Estimado/a anónimo/a, me dirijo a usted para agradecerle el estímulo que han supuesto ciertos comentarios de los que he sido objeto, como desearme la muerte (por ejemplo). Han sido un auténtico revulsivo y me han hecho comprender que hasta el último grano de arena del desierto es necesario a la hora de defender las libertades y la vida del ataque de individuos/as como usted que, de manera tan alegre, condenan a muerte a los ciudadanos que no piensan igual. La discrepancia y el entendimiento forman parte de la convivencia y el progreso. La desdicha y la muerte sólo pueden tener cabida en la mente de quienes desconocen lo que significa ser humano.
Por sus palabras y sus maneras, tengo la certeza de que se siente más atraído/a por la muerte que por la vida, por el odio que por el bienestar y que prefiere el enfrentamiento a la convivencia. Sus instintos asesinos deben estar determinados por su lugar de nacimiento y de residencia porque; de lo contrario, no dudaría en afirmar que me encuentro ante un sub-hombre o una sub-mujer inmoral, que apoya a la banda terrorista ETA y jalea sus crímenes. Seguro que además formaría parte de aquellos cobardes que a traición y por la espalda cometen execrables asesinatos. No deja de ser paradójico que violencia y nacionalismo unan a homicidas que lucen máscaras tan diferentes en apariencia.
Le desearía que evolucione, si fuera posible, hacia la racionalidad de la convivencia, la paz bajo el amparo de nuestra Constitución y nuestra Democracia, pero dudo que sea capaz.
Así pues, como no lo creo posible, le ruego que al menos en ocasiones venideras, para desearme la muerte emplee otros términos. No utilice la palabra “cáncer”: me parece de una miseria moral extrema. Me ofende tanto al recordar a los hombres, mujeres y niños que lo padecen como el sufrimiento de sus familiares y amigos.
Creo que me he puesto demasiado seria y eso es algo que usted no merece de manera alguna.
Para finalizar, le prometo que si viene la Parca a buscarme, le visitaré cada noche de cada día de todos los años en los que aún permanezca con vida para recordarle que sus deseos se cumplieron.
Cuando comencé el blog tomé la determinación de no responder a ningún comentario. Ahora estoy a punto de quebrantar dicha resolución, así que en mi opinión es mejor hacerlo como un nuevo artículo, en lugar de limitarme a hacer aparecer mi contestación en la lista de comentarios. No obstante, espero que esta sea la excepción que confirma la regla.
Estimado/a anónimo/a, me dirijo a usted para agradecerle el estímulo que han supuesto ciertos comentarios de los que he sido objeto, como desearme la muerte (por ejemplo). Han sido un auténtico revulsivo y me han hecho comprender que hasta el último grano de arena del desierto es necesario a la hora de defender las libertades y la vida del ataque de individuos/as como usted que, de manera tan alegre, condenan a muerte a los ciudadanos que no piensan igual. La discrepancia y el entendimiento forman parte de la convivencia y el progreso. La desdicha y la muerte sólo pueden tener cabida en la mente de quienes desconocen lo que significa ser humano.
Por sus palabras y sus maneras, tengo la certeza de que se siente más atraído/a por la muerte que por la vida, por el odio que por el bienestar y que prefiere el enfrentamiento a la convivencia. Sus instintos asesinos deben estar determinados por su lugar de nacimiento y de residencia porque; de lo contrario, no dudaría en afirmar que me encuentro ante un sub-hombre o una sub-mujer inmoral, que apoya a la banda terrorista ETA y jalea sus crímenes. Seguro que además formaría parte de aquellos cobardes que a traición y por la espalda cometen execrables asesinatos. No deja de ser paradójico que violencia y nacionalismo unan a homicidas que lucen máscaras tan diferentes en apariencia.
Le desearía que evolucione, si fuera posible, hacia la racionalidad de la convivencia, la paz bajo el amparo de nuestra Constitución y nuestra Democracia, pero dudo que sea capaz.
Así pues, como no lo creo posible, le ruego que al menos en ocasiones venideras, para desearme la muerte emplee otros términos. No utilice la palabra “cáncer”: me parece de una miseria moral extrema. Me ofende tanto al recordar a los hombres, mujeres y niños que lo padecen como el sufrimiento de sus familiares y amigos.
Creo que me he puesto demasiado seria y eso es algo que usted no merece de manera alguna.
Para finalizar, le prometo que si viene la Parca a buscarme, le visitaré cada noche de cada día de todos los años en los que aún permanezca con vida para recordarle que sus deseos se cumplieron.