¿”Diversión”, o escarnio?
24 de diciembre de 2005
Cuando Lutero, el día 31 de octubre de 1517, colgaba un cartel en la capilla del Castillo de Wittenberg sus Noventa y cinco tesis de rechazo al poder papal traducidas del latín al alemán, se abría un nuevo período en la Historia.
El agustino Martín Lutero, conservador como el que más, consiguió que los príncipes alemanes y que naciones como Holanda tuvieran la excusa perfecta para liberarse del dominio del Papa para, de esta manera, independizarse políticamente.
Esto no tuvo como consecuencia un mayor bienestar para las clases desfavorecidas, ni muchísimo menos. De todos es conocido el apoyo de Lutero a que los nobles aplastaran las revueltas campesinas, que al hilo de la reforma reclamaban unas mejores condiciones de vida para el campesinado.
No obstante, sin que nadie pudiera augurarlo entonces, la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas, junto con la aparición de la imprenta hizo que ante los creyentes se abriera una nueva dimensión de libertad espiritual, hasta ese momento desconocida en la Historia. No era ya necesario un intermediario con Dios; un sacerdote que le dijera qué estaba bien, qué mal, o cuál era el significado de las palabras de Dios en las Sagradas Escrituras.
Los creyentes pudieron, por sí mismos, dar las interpretaciones que ellos creían oportunas, de tal manera que la salvación del alma ya no correspondía a la institución eclesiástica o a terceras personas. Era el individuo el que marcaba el camino a seguir para agradar a Dios y reunirse con él después de la muerte.
Este cambio, según la mayoría de los historiadores, sería el que daría lugar a los Estados Modernos. Aquellos en los que el protestantismo triunfó, dando lugar a la libertad de culto, entraron en la modernización de sus estructuras y el progreso. Por el contrario, aquellos que no lo hicieron y crearon cuerpos represivos religiosos (véase la Inquisición) terminaron hundiéndose en la miseria y el atraso.
Después de que hayan transcurrido 488 años de estos hechos y, aunque pueda parecer mentira, casi finalizando el 2005, nos encontramos con que la Conferencia Episcopal, de la que depende la cadena COPE, nos hace llegar su “interpretación” de que los hechos ocurridos cuando un “humorista” de su emisora imitó al presidente Zapatero, suplantando su personalidad y engañando al presidente electo de Bolivia, Evo Morales, fue algo que se hizo con la intención de “divertir”.
No consigo encontrar, por más que busco, la diversión en semejante actuación. A lo mejor era divertido para los ciudadanos romanos ver cómo en el circo los leones devoraban cristianos, luego, aplicando el mismo “humor”, también pueda considerarse esta llamada como una diversión: tratar sin respeto a un país como Bolivia, anclado en el subdesarrollo, que ha padecido diversas dictaduras y en el que más del 60 % de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Creen los señores obispos que a estas personas, tras poner sus esperanzas en el presidente electo, les puede divertir el desprestigio del Presidente del gobierno español.
De seguir las cosas así, como en tiempos de la Reforma, es posible que la sociedad española se divida en dos: no en izquierda y derecha, ni creyentes o no creyentes, sino en los que escuchan la COPE, quienes necesitan traducción, y los que escuchamos otras emisoras de radio que pensamos por nosotros mismos.
Cuando Lutero, el día 31 de octubre de 1517, colgaba un cartel en la capilla del Castillo de Wittenberg sus Noventa y cinco tesis de rechazo al poder papal traducidas del latín al alemán, se abría un nuevo período en la Historia.
El agustino Martín Lutero, conservador como el que más, consiguió que los príncipes alemanes y que naciones como Holanda tuvieran la excusa perfecta para liberarse del dominio del Papa para, de esta manera, independizarse políticamente.
Esto no tuvo como consecuencia un mayor bienestar para las clases desfavorecidas, ni muchísimo menos. De todos es conocido el apoyo de Lutero a que los nobles aplastaran las revueltas campesinas, que al hilo de la reforma reclamaban unas mejores condiciones de vida para el campesinado.
No obstante, sin que nadie pudiera augurarlo entonces, la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas, junto con la aparición de la imprenta hizo que ante los creyentes se abriera una nueva dimensión de libertad espiritual, hasta ese momento desconocida en la Historia. No era ya necesario un intermediario con Dios; un sacerdote que le dijera qué estaba bien, qué mal, o cuál era el significado de las palabras de Dios en las Sagradas Escrituras.
Los creyentes pudieron, por sí mismos, dar las interpretaciones que ellos creían oportunas, de tal manera que la salvación del alma ya no correspondía a la institución eclesiástica o a terceras personas. Era el individuo el que marcaba el camino a seguir para agradar a Dios y reunirse con él después de la muerte.
Este cambio, según la mayoría de los historiadores, sería el que daría lugar a los Estados Modernos. Aquellos en los que el protestantismo triunfó, dando lugar a la libertad de culto, entraron en la modernización de sus estructuras y el progreso. Por el contrario, aquellos que no lo hicieron y crearon cuerpos represivos religiosos (véase la Inquisición) terminaron hundiéndose en la miseria y el atraso.
Después de que hayan transcurrido 488 años de estos hechos y, aunque pueda parecer mentira, casi finalizando el 2005, nos encontramos con que la Conferencia Episcopal, de la que depende la cadena COPE, nos hace llegar su “interpretación” de que los hechos ocurridos cuando un “humorista” de su emisora imitó al presidente Zapatero, suplantando su personalidad y engañando al presidente electo de Bolivia, Evo Morales, fue algo que se hizo con la intención de “divertir”.
No consigo encontrar, por más que busco, la diversión en semejante actuación. A lo mejor era divertido para los ciudadanos romanos ver cómo en el circo los leones devoraban cristianos, luego, aplicando el mismo “humor”, también pueda considerarse esta llamada como una diversión: tratar sin respeto a un país como Bolivia, anclado en el subdesarrollo, que ha padecido diversas dictaduras y en el que más del 60 % de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Creen los señores obispos que a estas personas, tras poner sus esperanzas en el presidente electo, les puede divertir el desprestigio del Presidente del gobierno español.
De seguir las cosas así, como en tiempos de la Reforma, es posible que la sociedad española se divida en dos: no en izquierda y derecha, ni creyentes o no creyentes, sino en los que escuchan la COPE, quienes necesitan traducción, y los que escuchamos otras emisoras de radio que pensamos por nosotros mismos.