25 abril 2004

De la desgracia y desolación (al cachondeo)

25 de Abril de 2004

En la estación de Atocha las velas permanecen encendidas. Las flores, los mensajes y las personas de bien recorren con su mirada emocionada el pequeño santuario que de manera espontánea y popular ha sido creado por la ciudadanía como muestra de solidaridad y dolor para con las víctimas y familiares del atentado terrorista del 11 M.

Han pasado 43 días desde aquel terrible acto de barbarie que conmocionó a toda la nación; muchas cosas han cambiado desde entonces, tanto a nivel individual como colectivo. A nivel individual, para los afectados directos y los familiares que perdieron a sus seres queridos, así como a sus amigos /as. Según los psiquiatras y psicólogos, estas personas se encuentran a día de hoy en el punto más doloroso, más aún que el día del atentado, porque tienen que aceptar la ausencia de sus seres queridos y que la situación que le has tocado vivir no tiene retorno.

A nivel colectivo, al margen del dolor que para todos ha supuesto el atentado, ha significado también el arrancarnos la paz y el sosiego.

Y en esta situación en la que nos encontramos, usted, señor Rajoy, se permite llevar a cabo un mítin en el que su eje principal es la descalificación del adversario político a través de la risa fácil y burda que supone exagerar las cosas hasta límites irreales, para buscar así la carcajada, y con ella, el menosprecio del presidente de gobierno. Lo que usted llamó “el cachondeo padre”.

Si yo como ciudadana y socialista entendiera la política como usted, le podría pedir que continuara en esta línea del “cachondeo padre”, ampliando su repertorio sarcástico y humorístico con otras situaciones de cuando usted era vicepresidente del gobierno. Por ejemplo, con cosas como: “¿Sabes aquél que mandó el Prestige al quinto pino? ¿O ese otro de las armas de destrucción masiva que dieron lugar a una guerra, y que en realidad no existían?” También podría recordar el de aquél ex presidente de gobierno que llamó al señor Bush para justificarse ante él como uno de los buenos españoles, porque la mayoría habíamos votado libremente un programa electoral que nos sacaba de una guerra ilegal e injusta, y claro está, la mayoría éramos los malos.

Pero comprenderá que en mi condición de socialista jamás le pediré tales cosas. Entre otras razones, porque el simple hecho de parecerme a usted sencillamente me aterra; y sobre todo, mi idea de la política parte del diálogo y el compromiso, buscando siempre el bien general, la justicia social y el máximo apoyo a los que menos tienen, creando un país con suficiente espacio para que quepan todas las ideas políticas.

Señor Rajoy, tanto los partidos políticos como el pueblo en su inmensa mayoría, han dado una sólida prueba de madurez después del atentado; y han dejado de hacer preguntas que están en la mente de todos en un ejercicio de generosidad y convivencia. Si esta es esta la política que usted pretende llevar a cabo hasta las próximas elecciones, la del “cachondeo padre”, con la intención de deslegitimar al presidente de gobierno elegido democráticamente por la mayoría de ciudadanos/as, en vez de explicar su programa político y controlar al ejecutivo con dureza y lealtad, créame que no pienso quedarme de brazos cruzados. Y que si usted, y su partido, interpreta la generosidad como debilidad, habrá que plantearse sacar a la palestra política esas preguntas que todos tenemos en mente y no hemos formulado: ¿Cuándo y por qué se convirtió nuestro país objetivo del terrorismo islámico? ¿Por qué hasta aquél día nunca en nuestro suelo habíamos tenido este problema?

Y este planteamiento me podría llevar a delimitar la responsabilidad política que se paga en las urnas, con aquélla otra que actúa al margen de la legalidad internacional y de la cual resultan muertes inocentes. El derecho internacional, así como el nacional, existen aunque usted no lo crea.

Por lo expresado señor Rajoy, yo le pediría que fuera un líder de la oposición honesto, que defendiera su programa electoral desde la dureza de sus ideas. Si de lo contrario usted piensa que el camino elegido es el adecuado, le sugiero que se pase al club de la comedia. Más vale un cómico mediocre que un político malo.

23 abril 2004

Vendedores de tristeza

23 de abril de 2004

Las legiones del PP, con su carga de pesimismo, suponen una amenaza a las ganas de vivir. Son una colección de dirigentes tristes, y puede que en esto radique su única oportunidad de triunfo electoral. No minusvaloremos la tristeza que transmiten estos destructores de esperanzas, comedores de futuro, paladines del enfrentamiento, caballeros oscuros del resentimientos, destructores de la solidaridad, ofendidos perpetuos, patrioteros, que no patriotas.

¿Existe un país que pueda permitirse semejante carga, sin que sus estructuras democráticas y de convivencia se vean afectadas gravemente por este mal de la intolerancia, la descalificación y el enfrentamiento continuo? Nuestra democracia, aunque sólida y estable, no tiene tantos años como otras democracias de nuestro entorno.

Parece que al PP, a pesar de su derrota electoral, le cuesta aceptar la voluntad del pueblo. Sólo así se entiende que un ex – Presidente de gobierno descuelgue el teléfono para llamar a Bush y hacerle partícipe de su contrariedad ante la retirada de las tropas de Irak. Decisión tomada por el ejecutivo elegido democráticamente, y que venía recogida en su programa electoral como un compromiso ineludible. Esta actitud del señor Aznar supone, a mi entender, un claro menosprecio hacia el gobierno actual, y una burla a los votantes que lo llevaron al poder.

¿Se imaginan lo que podríamos decirle a él, si aplicásemos a su persona la ley de Talión del ojo por ojo y diente por diente? Después de ocho años de gobierno, por menos que esto se permitió llamarnos traidores, radicales, “pancartistas” y todas las descalificaciones que le dio la gana sin tener en cuenta a quiénes representaba.

Los socialistas, en estos tiempos nuevos que comienzan, pensamos que no se puede destruir a los antropófagos comiéndoselos, sino que deben ser la verdad y la realidad de los hechos los que los ponga en su sitio.