23 noviembre 2003

Por la igualdad entre personas

23 de Noviembre de 2003

Quisiera pasar a explicar con datos el porqué de mi postura en cuanto a la participación de la mujer en política, y la relación que esto tiene con la lucha por la igualdad de derechos que todavía hoy las mujeres no hemos conseguido plenamente.
La medida de discriminación positiva que tomó nuestro partido respecto a las militantes fue justa y acertada, porque permitió que un gran número de mujeres entraran en política y aportaran su valía intelectual y su visión del mundo.
Dicho esto, quisiera añadir que esta medida debe mantenerse mientras sea necesario, puesto que las estructuras del pasado no son equitativas con uno y otro sexo, y no hay nada más injusto que aplicar la igualdad entre desiguales.
Ahora bien, que haya un mayor número de mujeres en política o incluso que llegado el momento seamos mayoría no significa que se haya alcanzado la igualdad. La igualdad es una cuestión de modelos y no de géneros, aunque en un principio pueda parecer lo contrario.
En sus obras, los antropólogos Marvin Harris y Heyde nos proporcionan una primera explicación del origen de la supremacía masculina. En las primeras sociedades, articuladas en bandas y aldeas, la guerra fue la responsable de una amplia gama de instituciones favorecedoras de la hegemonía del género masculino. Ésta surgió del monopolio de las armas y del empleo del sexo para fomentar las personalidades masculinas agresivas. La guerra no es una expresión de la naturaleza humana, sino una respuesta a las presiones reproductoras y ecológicas. En consecuencia, la supremacía masculina no es más natural que la guerra.
Fijaos bien en esto: se primaba la actitud agresiva del hombre hasta tal punto, que el individuo que no respondía a estas expectativas era automáticamente apartado y discriminado. Es evidente que el objetivo de este tipo de crianza era producir hombres agresivos y dominantes, y mujeres pasivas y subordinadas.
Como mujer y socialista matizaré un aspecto del tema: la igualdad de género se sustenta en el modelo social que defendemos, y no en el género que se tenga. Esto queda claro cuando mujeres como Margaret Thatcher llegan al poder y fortalecen las instituciones agresivas masculinas imperantes, tras haber tomado por ejemplo medidas tan antisociales como retirarles el vaso de leche que se daba en el colegio a los escolares ingleses. O cuando la señora Botella fue incapaz de defender a una menor de corta edad que trataba de abortar tras haber sido violada. Optó por no pronunciarse sobre el tema, guardando así un silencio cómplice que condenaba a una niña a la tortura de un embarazo a una muy corta edad, más a parir el fruto de una violación. Sin embargo, esta misma política no tuvo reparos en descalificar y atacar a gays frontalmente por sus tendencias sexuales.
Podría seguir con más ejemplos de mujeres de perfil conservador, pero creo que todos/as las conocemos para nuestra desgracia. En fin, todas las progresistas “somos putas”, como dice cierto libro.
Así pues, tenemos representantes políticas que después de miles de años siguen defendiendo y preconizando el modelo social de la agresividad masculina y la sumisión de la mujer. Se encargan de repetir el modelo que nos ha discriminado durante siglos, privándonos de nuestra condición de seres humanos. Una situación que ha llevado a la tortura y a la muerte a cientos de mujeres. Estoy convencida de que este tipo de políticas, aunque ahora permanezcan en el poder, nunca hubieran estado en las manifestaciones sufragistas, pidiendo el voto para la mujer en igualdad con el hombre, atándose a rejas o haciendo huelgas de hambre hasta conseguirlo tras décadas de lucha y sufrimiento.
El hecho de que la guerra y el sexismo hayan desempeñado papeles tan destacados en la configuración actual de determinadas cuestiones sociales y de género, no significa que esto vaya a continuar siendo así en el futuro. Nos corresponde a las mujeres y hombres progresistas cambiar este modelo de vida que tan injusto ha sido con la mujer.
Por ello desde nuestro partido, quizás por primera vez en la historia, la alternativa de la igualdad de géneros esté a nuestro alcance. Pongamos en ello toda nuestra inteligencia y voluntad para conseguirlo.

09 noviembre 2003

Las cavernas

9 de Noviembre de 2003


La utilización del miedo en la política no es algo nuevo; lleva produciéndose cientos de años a lo largo de la cultura occidental.

El miedo o, mejor dicho, la creación y fomento de este, otorga una plataforma desde la cual se puede utilizar o manipular a gran parte de la población para la consecución de determinados fines. De otra manera, se tendría un nulo o escaso éxito.

La utilización del miedo en la vida pública equivale al retroceso a las cavernas de la humanidad, cuando se pensaba que los fenómenos y las catástrofes naturales eran obra de los dioses y los seres humanos no tenían ninguna posibilidad de hacerles frente. Sólo podía confiarse en el intermediario de los dioses. Este no era otro que el hechicero, el único capacitado para aplacar la furia de las divinidades.

Sometiéndose a las interpretaciones del hechicero, la tribu perdía cualquier tipo de libertad, tanto individual como colectiva. El miedo marcaba la vida de los sujetos de tal manera que, antes de realizar cualquier acto, se debían plantear si sus acciones podrían ofender a los dioses para así evitar sus represalias.

El miedo tenía un rango de ley, porque cualquier individuo que no se sometiera a los designios del hechicero suponía un peligro para todos y, en ese caso de catástrofe natural, su vida corría un serio peligro.

En estos días en los que se celebra el debate sobre el estado de las autonomías, no puedo evitar ver cómo este modelo de comportamiento, primitivo e irracional, se vuelve a instalar en las Cortes de la Nación de la mano del PP. Estos ejercen una labor de portavoces de un catastrofismo épico y desmesurado entre dioses y humanos, en el cual sólo ellos son capaces de salvarnos del desastre. Eso sí, siempre que nos sometamos todos a su voluntad y pretensiones sobre cuál deber ser el marco de las autonomías del Estado. Todas las catástrofes serán pocas por haber osado desobedecer.

Sin embargo al PP, guiado por el señor Rajoy, parece que se le escapa algo: se trata de la mayoría de edad intelectual de la que gozamos los ciudadanos/as. El que la señora Aguirre afirme que “nos encontramos ante la mayor crisis que ha sufrido nuestro país en toda su historia”, una gran mayoría de ciudadanos/as quisiéramos recordarle que nuestro país superó 40 años de dictadura franquista basada en el miedo, para conquistar finalmente entre todos/as un espacio de convivencia y solidaridad que recibe el nombre de Monarquía Parlamentaria. Es decir, nuestra actual democracia.

Contra la creación del miedo, templanza. Contra la crispación, diálogo. Frente al extremismo, moderación; y frente al catastrofismo del PP, confianza en nosotros mismos y en nuestra capacidad de convivir en paz y crear riqueza y prosperidad.

El miedo paraliza; es de esta actitud de la que tenemos que cuidarnos los ciudadanos/as frente al hechicero Rajoy, para que no manipule nuestra razón y voluntad. La España de las autonomías conseguirá salir adelante, creando nuevos espacios de libertad y progreso, a pesar de elementos distorsionadores tan viles como el miedo que el señor Rajoy y su partido esgrimen.