24 octubre 2002

Mujer y Derechos Humanos

24 de Octubre de 2002

El antropólogo Marvin Harris afirma que la práctica de la guerra es responsable de una amplia gama de instituciones favorecedoras de la supremacía masculina. La existencia de estas instituciones es motivo de desconcierto y confusión para los partidarios de los derechos de la mujer.

Muchas mujeres creían que si la supremacía masculina ha existido durante tanto tiempo, tal vez sea realmente natural que los hombres dominen a las mujeres. Por supuesto es una teoría falsa, infundada y ruin. Las instituciones que forman el sistema de hegemonía masculina surgieron como una de las consecuencias de la guerra, del monopolio masculino de las armas y del empleo del sexo para fomentar las personalidades masculinas agresivas. En consecuencia la dominación del hombre no es más natural de lo que pueda serlo la guerra, la muerte o la destrucción que esta conlleva.

Cuando un presidente de gobierno de un país democrático como España, en este caso ud. señor Aznar, quien ostenta el poder popular que engloba tanto a hombres como a mujeres, recibe en visita de estado al primer ministro iraní, el señor Jatamí, como representante de un país donde se lapidan los derechos fundamentales de cualquier persona sólo por el hecho de ser mujer, y protocolariamente se cumplen exigencias de este hombre del tipo de no dar la mano a ninguna mujer, etc., no hace usted otra cosa señor Aznar que reforzar estas instituciones que fomentan la supremacía masculina y atentar contra los derechos de la mujer. Señor presidente, sé a través de los medios de comunicación que a usted le gusta la mujer mujer, y ayudar a su hija a subir al coche oficial con gran diligencia, intentando en todo momento que el traje nupcial no sufra desperfecto alguno y su hija no tropiece a resultas de su inmaculada vestimenta. Pero ahora bien, quisiera recordarle señor Presidente, que nuestra Constitución en el artículo XIV dice que “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razones de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición de circunstancia personal o social; y en su artículo IX apartado 2 apostilla “corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo sean reales”.

Señor Aznar, quizás su percepción de la realidad de la vida y de la política diste mucho de estos puntos, pero como presidente de todos los españoles, tiene la obligación de defender la dignidad de las ciudadanas de este país, que nos sentimos ofendidas cuando nuestros representantes, ante la presencia de un dignatario extranjero, nos relegan a la categoría de ciudadanos de segunda.

20 octubre 2002

Reina Victoria

20 de Octubre de 2002

Estoy harto de escuchar en boca de algunos dirigentes de la derecha de este país, o sea del PP, lo buenos que son en cuestiones de igualdad con respecto a la mujer, y que ellos no necesitan una discriminación positiva en su partido para crear la igualdad de oportunidades entre sexos.
Esto entraña una enorme trampa que desvía la atención del principal dilema moral y ético de la cuestión de las ideas y las bases para conseguir la igualdad de pleno derecho.
El hecho de que un partido cuente con mujeres, o de que al frente de varias carteras ministeriales sitúe a mujeres, no supone que este partido apueste claramente por la igualdad entre ciudadanos y ciudadanas. La diferencia entre las formaciones políticas deben ser las ideas, los proyectos, los esfuerzos por corregir la desigualdad allí donde esta se encuentra.
La reina Victoria se oponía radicalmente al voto femenino. En ella se reunían tres condiciones: la primera, tenía el poder, la segunda era mujer. Estas condiciones parecen suficientes para indicar que su corriente de pensamiento debería ser la contraria, pero la tercera condición primó sobre las dos primeras: era conservadora. Ella, la reina, no estaba dispuesta a cambiar ninguna de las estructuras de poder heredados de sus antepasados. Sus privilegios como monarca la mantenían muy lejos de los sufrimientos y miserias que padecían sus súbditos, privados de los más básicos derechos, que en aquella época podrían traducirse en el derecho a ser persona.
Esto que hoy en día no se discute y se da por supuesto aunque sea sobre el papel, y que se recoge en nuestra Constitución, era algo que las fuerzas conservadoras no estaban dispuestas a consentir de ninguna de las maneras, con la reina Victoria a la cabeza.
Tuvieron que ser otras mujeres las que tomaron en sus manos la bandera del derecho al voto y a la igualdad, comenzando una encarnizada lucha contra los poderes inmovilistas y reaccionarios, pelea que llega hasta nuestros días y que sigue vigente.
Fue Mary Wollstonecraft, con su obra Reivindicación de los derechos de la mujer, en 1792, la primera en exigir el derecho del voto femenino.
El testigo fue tomado por Emmeline Pankhuvest, que en 1903 fundó La Unión Política y Social de Mujeres, tras años de lucha, huelgas de hambre, persecuciones, encarcelamientos y todo tipo de vejaciones, y después de haber demostrado su valía en las fábricas y allí donde se les necesitara. En 1920, tras la I Guerra Mundial, las mujeres consiguieron conquistar su derecho al voto.
Entonces contemplo por televisión a ministras del PP como Celia Villalobos, ministra de Sanidad, bailando folclore típico de su región y aconsejando a las mujeres de cómo hacer el caldo; o a la actual ministra de sanidad, que detiene un proyecto de investigación que podría beneficiar a miles de enfermos de diabetes o de otras patologías por sus convicciones religiosas, o a Teófila Martínez diciendo que era muy joven durante los años del franquismo. Me gustaría recordarle a la señora Teófila que no lo era, y que en ese período de nuestra historia, una mujer no podía cobrar una herencia sin el permiso del marido, la infidelidad estaba castigada con la cárcel para la mujer (que no para el hombre), los medios anticonceptivos estaban prohibidos, y el aborto, aunque fuera terapéutico era castigado igualmente con la cárcel. Por todo ello quiero decirle a los dirigentes del PP y a sus ministras que lo que cuenta son las ideas y los sentimientos de Justicia, y ellos en esto son conservadores y siempre lo serán, como lo era la reina Victoria y su visión de la mujer.