20 octubre 2002

Reina Victoria

20 de Octubre de 2002

Estoy harto de escuchar en boca de algunos dirigentes de la derecha de este país, o sea del PP, lo buenos que son en cuestiones de igualdad con respecto a la mujer, y que ellos no necesitan una discriminación positiva en su partido para crear la igualdad de oportunidades entre sexos.
Esto entraña una enorme trampa que desvía la atención del principal dilema moral y ético de la cuestión de las ideas y las bases para conseguir la igualdad de pleno derecho.
El hecho de que un partido cuente con mujeres, o de que al frente de varias carteras ministeriales sitúe a mujeres, no supone que este partido apueste claramente por la igualdad entre ciudadanos y ciudadanas. La diferencia entre las formaciones políticas deben ser las ideas, los proyectos, los esfuerzos por corregir la desigualdad allí donde esta se encuentra.
La reina Victoria se oponía radicalmente al voto femenino. En ella se reunían tres condiciones: la primera, tenía el poder, la segunda era mujer. Estas condiciones parecen suficientes para indicar que su corriente de pensamiento debería ser la contraria, pero la tercera condición primó sobre las dos primeras: era conservadora. Ella, la reina, no estaba dispuesta a cambiar ninguna de las estructuras de poder heredados de sus antepasados. Sus privilegios como monarca la mantenían muy lejos de los sufrimientos y miserias que padecían sus súbditos, privados de los más básicos derechos, que en aquella época podrían traducirse en el derecho a ser persona.
Esto que hoy en día no se discute y se da por supuesto aunque sea sobre el papel, y que se recoge en nuestra Constitución, era algo que las fuerzas conservadoras no estaban dispuestas a consentir de ninguna de las maneras, con la reina Victoria a la cabeza.
Tuvieron que ser otras mujeres las que tomaron en sus manos la bandera del derecho al voto y a la igualdad, comenzando una encarnizada lucha contra los poderes inmovilistas y reaccionarios, pelea que llega hasta nuestros días y que sigue vigente.
Fue Mary Wollstonecraft, con su obra Reivindicación de los derechos de la mujer, en 1792, la primera en exigir el derecho del voto femenino.
El testigo fue tomado por Emmeline Pankhuvest, que en 1903 fundó La Unión Política y Social de Mujeres, tras años de lucha, huelgas de hambre, persecuciones, encarcelamientos y todo tipo de vejaciones, y después de haber demostrado su valía en las fábricas y allí donde se les necesitara. En 1920, tras la I Guerra Mundial, las mujeres consiguieron conquistar su derecho al voto.
Entonces contemplo por televisión a ministras del PP como Celia Villalobos, ministra de Sanidad, bailando folclore típico de su región y aconsejando a las mujeres de cómo hacer el caldo; o a la actual ministra de sanidad, que detiene un proyecto de investigación que podría beneficiar a miles de enfermos de diabetes o de otras patologías por sus convicciones religiosas, o a Teófila Martínez diciendo que era muy joven durante los años del franquismo. Me gustaría recordarle a la señora Teófila que no lo era, y que en ese período de nuestra historia, una mujer no podía cobrar una herencia sin el permiso del marido, la infidelidad estaba castigada con la cárcel para la mujer (que no para el hombre), los medios anticonceptivos estaban prohibidos, y el aborto, aunque fuera terapéutico era castigado igualmente con la cárcel. Por todo ello quiero decirle a los dirigentes del PP y a sus ministras que lo que cuenta son las ideas y los sentimientos de Justicia, y ellos en esto son conservadores y siempre lo serán, como lo era la reina Victoria y su visión de la mujer.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Los versos de fray Josepho.

La farsa, el contubernio, la artimaña,
la hipocresía, el cálculo, el engaño,
el dolo, la recámara, el apaño,
la demagogia astuta y la campaña;

el truco, la engañifa, la patraña,
el complot marrullero y soterraño,
El País y la SER en el escaño,
la disimulación y la maraña;

el colmillo enroscado, la doblez,
la argucia y el ardid chiticallando,
la martingala, el plan, la mala baba;

la artera y colosal desfachatez,
la calva, la trastienda y el comando;
la cara dura. Insisto: Rubalcaba.

6:46 p. m.  

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