22 octubre 2006

Cuando la barbarie toma forma de palabra

Sevilla, 21 de octubre de 2006


Cuando pensamos en la barbarie, automáticamente la asociamos a la destrucción, a la violencia física. Pero existen otro tipo de agresiones, las que se ejercen en traje y corbata en lugar de armadura y sustituyen por la palabra el hacha o la espada.
Esta barbarie, en apariencia civilizada, tiene su máximo exponente bajo mi punto de vista en la actuación que en estos días lleva a cabo la cúpula del Partido Popular en contra del presidente del gobierno y el proceso de paz que trata de culminar para toda la sociedad española.

Las palabras de Rajoy o las de Pío García Escudero ponen al descubierto la brutalidad de su estrategia electoral, muy por encima de lo que se puede considerar tolerable en democracia.

Las afirmaciones que han realizado ambos dirigentes de la derecha; uno, que si el presidente ponía el Estado a los pies de los terroristas y el otro, que si habían mantenido complicidad con ETA mientras esta asesinaba a un militante socialista, carecen de punto de referencia en ningún país que yo conozca que se precie de democrático.

La dignidad de la que hizo gala el presidente al no responder a semejante agresión, sólo demuestra su honestidad humana y política y su ejercicio del poder en busca del bienestar de todos, por encima de los intereses electoralistas o réditos políticos. Hay que tener mucha fe para dar unas respuestas tan claras y seguras como las dio el presidente en el tiempo que las dio. La vieja guardia del PP, en la actualidad encabezada por los señores Rajoy, Zaplana, Acebes, García Escudero, De Burgos, etc., está dispuesta a quemar sus últimos cartuchos, sabedora de que no pueden ganar las elecciones con su estrategia de crispación, angustia y tragedia en lugar de esperanza y convivencia, que es lo que la mayoría de la ciudadanía queremos.

Su retirada de tierra quemada los lleva a hacer daño, no sólo a la apuesta de toda una sociedad que aspira a que acabe el terror y no se cometan más asesinatos, sino que también perjudican a las instituciones del sistema democrático cuando arremeten con el sistema judicial de manera continua y permanente, sin importarles en ningún momento el calado de sus manifestaciones.

Pero es que además esta vieja guardia está causando grandes daños a su propio partido.

Como ciudadana, me niego a creer que toda una formación política haya enloquecido de semejante manera. No me cabe duda de que dentro del PP debe de haber hombres y mujeres que no hayan perdido la cordura. Lo que no acierto a comprender es qué mecanismo de poder posee la vieja guardia para manejar a las personas que no comparten sus extremismos, hasta el punto de silenciarlas.

En ocasiones, en una sociedad como la nuestra podemos equivocarnos en la percepción de las cosas, máxime cuando hay “gurús” de la información interesados en difundir la barbarie y la agresividad. No obstante, en modo alguno hemos de identificar la valentía, el intento de salvar vidas, ahorrar sufrimientos, el progreso en la convivencia y evitar tragedias sin renunciar a los principios democráticos que rigen y aguantan estoicamente nuestra Constitución, con la cobardía. En cambio, las descalificaciones de los señores citados sí lo es.

La valentía es entender la política como un medio de progreso y de consecución de bienestar para la ciudadanía. No podemos confundir todo esto con claudicar o ser débil: esto, y no lo otro, es ser valiente. Muy al contrario de las acciones desesperadas y por todas las vías habidas y por haber, que sólo demuestran que nos encontramos ante los últimos coletazos de los últimos Gengis Kan del PP.