23 septiembre 2006

Las elucubraciones calvinistas del PP

Sevilla, 23 de septiembre de 2006


El teólogo reformista Calvino creía en la predestinación. Desde el principio de la Creación, Dios había determinado quién se salvaría y quién se condenaría.

A primera vista, esta absurda doctrina nos dice que la moral no puede influir sobre el comportamiento humano, puesto que todo está escrito. Y es así expresado en la teoría, pero desde el punto de vista práctico afirma más bien lo contrario, puesto que obrar y vivir en el temor de Dios se interpreta como síntoma de que se es uno de los pocos elegidos.

Todos desean descubrir en sí mismos los signos de la gracia divina y obran en consecuencia. La doctrina de Calvino es una especie de profecía que busca auto cumplirse.

Esta práctica, nada más y nada menos, es la que viene ejecutando en política la cúpula del PP en lo concerniente a los atentados trágicos del 11 de Marzo: desde sus primeras declaraciones, en las que culpaban a la banda terrorista ETA, hasta el día de hoy, cuando, una vez que ya ha pasado el tiempo y se han investigado convenientemente las pistas; todos los datos obtenidos han sido analizados y procesado por la policía, siendo luego entregados a la magistratura con todas las garantías legales y constitucionales, no existe prueba alguna que vincule a la organización terrorista ETA con la masacre.

Como Calvino, se han lanzado a la teoría de la conspiración. En esta teoría, cualquier detalle es manipulado y exagerado hasta lo abominable. Cada idea disparatada que pueda surgir es abrazada inmediatamente por el partido popular; se constituye en prueba de que ellos son los elegidos de Dios y su verdad es absoluta. Es más, como buenos calvinistas, identifican este tipo de mensajes como verdaderos signos de ser los elegidos, de tal modo que pretenden por todos los medios que la profecía se convierta en realidad.

O lo que es lo mismo: que en las mentiras por la gracia divina de Zaplana, Acebes y compañía, se obre algún tipo de extraño milagro y acaben convirtiéndose en verdad. En verdad absoluta además.

Esta disparatada creencia entra continuas contradicciones de la más diversa índole. Por ejemplo, el señor Aznar afirma que el atentado fue cometido con la intención clara de cambiar la decisión del voto popular y así el resultado de las elecciones.

De aquí se deduce claramente que, según su opinión, los terroristas se oponían a que su partido saliera nuevamente elegido. Pero, para que los integristas islámicos llegaran a esta conclusión, debe de haberse producido alguna acción previa por parte del gobierno del señor Aznar como, por ejemplo, la participación de nuestro país en la invasión de Irak. Así, tácitamente queda demostrado, utilizando sus propias palabras, que estos fueron los hechos.

Sin embargo, en estas conclusiones no aparece ETA por ningún lado, así que no tiene escrúpulos a la hora de permitir que los teólogos de la comunicación, como Pedro J. Ramírez o Jiménez Losantos, retuerzan la verdad de mil maneras diferentes para hacerla coincidir con sus intereses.

¿Por qué resulta tan contradictoria la mentira, que incluso ha de ser constantemente cambiada? Porque, en definitiva, la mentira es un árbol muerto que jamás conseguirá echar raíces.

Podría continuar detallando las contradicciones de este lamentable espectáculo, así como enumerar el daño que semejante actitud realiza a nuestras instituciones. No obstante, no quiero cansarme ni tampoco cansar.

Me basta decir que, al contrario que los calvinistas, su profecía no se auto cumplirá, ya que un Estado de Derecho y unos Tribunales que vienen dictando sentencia tras sentencia contra la banda ETA, y donde las fuerzas de seguridad funcionan sin corrupción, es imposible que sean amedrentados con tales augurios. En la sentencia que salga del 11M tras el juicio celebrado con todas las garantías legales, los ciudadanos/as podremos conocer la verdad y no las elucubraciones de un puñado de calvinistas.