02 septiembre 2006

El efecto Aznar

Sevilla, 2 de septiembre de 2006


Pocas cosas nuevas hay bajo el sol y, desde luego, la emigración no es una de ellas. Desde que el ser humano tuvo la facultad de andar erguido y apareció el lenguaje, se desplazó por todo el planeta, de norte al sur, de este a oeste. La búsqueda de mejores condiciones de vida fue el motor de esta incesante marcha a lo largo de la historia.

Gracias a ello se colonizaron valles y montañas, tanto en climas fríos como cálidos, desde Australia hasta África. El ser humano se adaptó a su entorno para sobrevivir. Tenemos varios modelos: desde los esquimales cubiertos de pieles viviendo a muchos grados bajo cero, a los tuaregs que han de combatir el calor de más de 45 º en las arenas del Sáhara.

Todas y cada una de las masas migratorias que se han movido por el planeta sólo han tenido un objetivo: la búsqueda del bienestar y mejorar su calidad de vida, haciendo del lugar donde están un sitio mejor. Podemos tomar como ejemplo un país fundado por emigrantes y que terminó por convertirse en una poderosa nación: los Estados Unidos de América.

Lo que sí resulta nuevo en estos tiempos es la inmigración que se produce desde el continente africano donde, en el seno de la más profunda miseria, emergen promesas de paraísos alcanzables de riqueza. Las antenas parabólicas muestran a la ciudadanía de esos países con exiguas rentas per cápita toda la opulencia de miles de personas en Europa.

Quienes embarcan en cayucos durante tantos días para llegar a las costas españolas conocen el riesgo que corren y están dispuestos aceptar la muerte con tal de conseguir sus objetivos. Esta llega en bastantes casos, por desgracia: muchos perecen durante la travesía de hipotermia, de inanición o ahogados.

Entonces escucho al PP acusar de este problema a la última regulación llevada a cabo por el gobierno, atribuyéndole “el efecto llamada”. Hay que recordarles que la regularización de estos ciudadanos se ha emprendido después de 8 años de gobierno popular, el cual, tras cuatro fallidas leyes de extranjería, los seguía manteniendo en la clandestinidad, sin ningún tipo de derechos pero con todas las obligaciones y la servidumbre de quien padece un estado precario; siendo mano de obra barata y explotable. En una situación semejante estaban imposibilitados para conseguir su propio bienestar o hacer de nuestro país un lugar mejor para todos y todas. Entre otras circunstancias, ni cotizaban a la seguridad social, ni podían pagar impuestos. Simplemente, no existían.

Mientras el ejecutivo español se esfuerza por movilizar los recursos de que dispone Europa para hacer frente a la situación de manera digna (que no se olvide que son seres humanos especialmente desprotegidos), así como de convencer a los países de origen de donde salen los cayucos para que actúen al respecto, salen los segundas o terceras espadas del PP a criminalizar al presidente Zapatero. Ponen en práctica una política tan desleal como burda.

Ya que los señores del PP poseen una memoria selectiva, acorde con sus convicciones, les recuerdo que, cuando estas personas llegan a nuestras costas, son atendidas, curadas y en algunos casos hasta se les salva la vida. Gracias, entre otros factores, a la intervención de la guardia civil del mar, antes de ser repatriados.

Aun recuerdo con vergüenza como ciudadana aquel caso en que un grupo de emigrantes, bajo mandato expreso del Sr. Aznar, entonces presidente del Gobierno, fueron cercados por fuerzas antidisturbios, reducidos, drogados y subidos a un avión contra su voluntad, sin la mínima garantía judicial. Se le pagó a un gobierno africano, para que los aceptara aunque no eran oriundos del mismo; luego salió Aznar en televisión, exclamando triunfante: “¡Teníamos un problema y lo hemos resuelto!”. Lo paradójico de tamaña tropelía cometida en su día por el PP es que, pasadas unas semanas, la mayoría de los ciudadanos expulsados estaban de nuevo en territorio español, como lo acreditaron gran número de reportajes periodísticos.

A esto se le podría llamar “el efecto barbarie, despropósito, ineficacia, prepotencia y esperpento”.