37 razones para dimitir
Sevilla, 5 de agosto de 2006
Es en ocasiones conveniente, incluso necesario, dejar pasar días antes de expresarnos sobre determinados temas de la manera más adecuada, porque la indignación puede hacernos no encontrar los términos justos, las palabras precisas con la que queremos hacernos entender.
Las descalificaciones del responsable de política exterior del PP, el señor Aristegui quien, haciendo uso pleno de su libertad de expresión, se dirigió al presidente del gobierno para llamarlo “antisemita”, resultan contradictorias y un tanto groseras en relación con la posterior condena que hizo del ataque llevado a cabo por el ejército israelí contra la población libanesa. Un ataque que nos ha dejado la escalofriante cifra de 63 muertos, 37 de los cuales eran niños y niñas.
¿Qué pudo cambiar en el portavoz popular para condenar este hecho sin paliativos cuando, escasos días antes, justificaba la intervención militar y criticaba tan duramente al presidente Zapatero?
Tal vez al señor Aristegui, como a otros dirigentes del Partido Popular, haya que otorgarle el beneficio de la duda y pensar que, en su ignorancia, desconoce que cuando un blindado dispara munición de carga hueca 45, lo más probable es que se lleve por delante todo lo que encuentre, sean hombres y mujeres inocentes, niños o terroristas.
Quizás desconozcan los señores dirigentes del PP que no existen armas capaces de discriminar objetivos en función del colectivo al que pertenezcan; que cuando se dispara un proyectil y este da en el blanco, no hay vuelta atrás. No conozco a nada ni a nadie con la facultad de devolver la vida a los muertos, aunque el fallecimiento se haya producido por “error” o sea consecuencia de “daños colaterales”.
Cuando se confunden la política, que no es otra cosa que ponerse al servicio del pueblo mediante la ideología que se profesa, con el ataque arbitrario y el odio visceral, según mi criterio se comete un exceso tan vergonzoso como vergonzante es también no dimitir cuando existen razones más que justificadas para hacerlo. Es algo no obstante a lo que estamos acostumbrados y, por tanto, casi nadie hace caso de estas cuestiones. Por supuesto, existen además miles de excusas retóricas para eludir tal acto, mientras que, en este caso, “sólo” tiene 37 razones por las que debería dimitir, señor Aristegui.
¿Qué pudo cambiar en el portavoz popular para condenar este hecho sin paliativos cuando, escasos días antes, justificaba la intervención militar y criticaba tan duramente al presidente Zapatero?
Tal vez al señor Aristegui, como a otros dirigentes del Partido Popular, haya que otorgarle el beneficio de la duda y pensar que, en su ignorancia, desconoce que cuando un blindado dispara munición de carga hueca 45, lo más probable es que se lleve por delante todo lo que encuentre, sean hombres y mujeres inocentes, niños o terroristas.
Quizás desconozcan los señores dirigentes del PP que no existen armas capaces de discriminar objetivos en función del colectivo al que pertenezcan; que cuando se dispara un proyectil y este da en el blanco, no hay vuelta atrás. No conozco a nada ni a nadie con la facultad de devolver la vida a los muertos, aunque el fallecimiento se haya producido por “error” o sea consecuencia de “daños colaterales”.
Cuando se confunden la política, que no es otra cosa que ponerse al servicio del pueblo mediante la ideología que se profesa, con el ataque arbitrario y el odio visceral, según mi criterio se comete un exceso tan vergonzoso como vergonzante es también no dimitir cuando existen razones más que justificadas para hacerlo. Es algo no obstante a lo que estamos acostumbrados y, por tanto, casi nadie hace caso de estas cuestiones. Por supuesto, existen además miles de excusas retóricas para eludir tal acto, mientras que, en este caso, “sólo” tiene 37 razones por las que debería dimitir, señor Aristegui.
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