La naturaleza de Donald Rumsfeld
Sevilla, 27 de agosto de 2006
El funcionamiento de la naturaleza humana es aún una cuestión a resolver. Hasta el día de hoy, existen numerosas teorías acerca de la misma: desde los planteamientos de Platón, o los del Cristianismo, hasta llegar a Lorentz, pasando por Marx, Freud o Sartre. Ninguno nos ofrecerá una visión total y absoluta del ser humano. No obstante, por separado, las distintas teorías pueden acercarnos a la realidad. Y, sobre todo, tienen la capacidad de hacernos pensar.
De lo que sí podemos tener certeza es de la diferencia que existe entre el mal natural, provocado por acciones destructoras de la naturaleza (terremotos, huracanes, etc., etc.) y el mal moral proveniente de la voluntad del ser humano. Este mal, según los filósofos, puede dividirse a su vez en el mal que padecemos por culpa de otros y en el mal que nosotros provocamos a otros. Así, podemos concluir en que el mal consiste en ejercer violencia contra un ser, causándole dolor físico o psíquico.
Lo que ya no me resulta posible discernir, ni tan siquiera especular, es sobre la naturaleza del Secretario de Defensa de los Estados Unidos y su propia visión del mal. Cuando el Presidente Zapatero anunció la retirada de las tropas de Irak en cumplimiento de su promesa electoral, todos pudimos ver por televisión como el Sr. Rumsfeld imitaba a las gallinas refiriéndose a los españoles.
Pasado un tiempo, nos encontramos con un Irak en el cual mueren de media unas 40 personas al día a causa del terrorismo; en los últimos meses podemos observar como estas víctimas son, casi en su totalidad, civiles iraquíes. Casi no se dan bajas en el ejército americano por acción de los integristas. Que conste que no hago distinción entre las víctimas del integrismo; sólo dejo de relieve que lo que sí demuestran los datos es que las tropas americanas están acuarteladas y a buen recaudo, siendo un ejército de ocupación que sólo se protege a sí mismo.
Quizás esta sea la muestra más clara de la naturaleza del mal del señor Rumsfeld: abandonar a mujeres, hombres y niños/as ante la barbarie del terrorismo, en vez de protegerlos contra él, siendo además uno de los responsables desencadenante de la situación actual. Quizás habría que preguntarle en qué consiste la valentía al Secretario de Defensa americano. ¿Es cobarde cumplir el mandato popular expresado en las urnas y retirarse de una guerra sin sentido, donde un enloquecido Aznar nos metió para ganarse la simpatía de Bush? ¿No es aún más cobarde no defender a los más débiles, víctimas potenciales debido a nuestras decisiones?
El coste político se impone a la vida. En los primeros momentos de la intervención militar, cuando ustedes pensaban que aquello iba a ser un mero desfile, veíamos por televisión la llegada de los primeros féretros y los honores que se les rendían. Cuando las bajas fueron aumentando y ya no podían ser asumidas políticamente, el Presidente Bush prohibió la difusión de cualquier imagen relacionada con la muerte de los soldados americanos. La preocupación acerca del desgaste de su imagen primó sobre los honores de los fallecidos en combate.
Sr. Rumsfeld, no sé si los españoles somos unos gallinas o si es usted en la actualidad un avestruz, que cada día esconde la cabeza para eludir su responsabilidad. Lo que sí tengo claro como mujer es que en usted se da esa dualidad: el mal que provoca a otros y el mal que se provoca contra sí mismo.
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