09 septiembre 2006

Derechos humanos o energía nuclear

Sevilla, 9 de septiembre de 2006


Muchas creencias que fueron mayoritariamente aceptadas en su época, se rechazaron con posterioridad después de que ocasionaran experiencias terribles de sufrimiento y dolor: la esclavitud, la discriminación de la mujer o de los negros, el carácter sagrado de los reyes, los estados confesionales o teocráticos…

En estas situaciones había un elemento distintivo: por un lado estaban quienes las aceptaron libremente desde el comienzo, pero por otra parte había personas que lucharon por erradicarlas, por injustas y miserables. A estos últimos les cabe el reconocimiento de haber sido el motor que impulsó los cambios que, a día de hoy, permiten hablar de derechos humanos y justicia social.

Fueron hombres como Lincoln quienes encabezaron el movimiento antiesclavista para acabar con la abominable costumbre tan extendida por el sur de su país, que toleraba que unos hombres fueran dueños de hombres, mujeres, niñas y niños y que se les pudiera vender como ganado. Los de piel más clara y dentaduras perfectas, así como los de mayor atractivo, cotizaban más alto en el mercado de la carne.

Los antiesclavistas, que actuaban en tiempo real, combatieron contra la barbarie en favor de la dignidad humana, aunque llevaran el país a una cruenta guerra entre las instituciones del sur, que proclamaban sus derechos a tener esclavos, y aquellos que entendían que la dignidad humana no podía someterse a tan enorme monstruosidad; que un país jamás sería libre mientras se permitiera que unos hombres esclavizaran a otros.

En la actualidad, nadie se permite apoyar abiertamente la esclavitud sin sentir de inmediato el repudio y el rechazo de toda una sociedad. Pero cuando hubo que demostrarlo, fueron hombres como Lincoln los que estuvieron dispuestos a sacrificarse por alcanzar sus ideales.

Irán es un estado que se rige por la religión. Esto lleva consigo la irracionalidad y el despotismo: ninguna actividad humana, ni siquiera los asuntos temporales, pueden sustraerse a la voluntad de Dios y de sus administradores en la Tierra.

Dentro de este marco de fanatismo religioso, nos encontramos con que los gobernantes de Irán piden que se les apliquen las leyes internacionales y las moratorias de proliferación de armas nucleares, para poder seguir con su proceso de construcción de centrales atómicas.

Según ellos, el temor del resto del mundo no tiene razón de ser, porque son para fines civiles y no militares. Este es su principal argumento para solicitar la oportunidad de beneficiarse del Derecho Internacional. Mientras, el resto del mundo se piensa si aplicar la legislación y hasta qué punto el gobierno iraní está diciendo la verdad.

Yo, en mi condición de mujer, me pregunto porqué en efecto no aplicamos el Derecho Internacional y extendemos los derechos humanos a un país que mantiene en estado de semiesclavitud, completamente privada de sus derechos, a más de la mitad de su población por ser mujeres. Se las obliga a llevar velo por ley, se les niega cualquier derecho jurídico y su sometimiento al hombre y al sistema ha de ser absoluto, so pena de recibir muerte.

¿Son estas personas, por ser mujeres, menos dignas de atención que el agua pesada que se necesita para las Centrales Nucleares? ¿No son merecedoras de que las asista el Derecho Internacional y se hagan respetar sus derechos humanos? ¿Qué clase de sociedad estamos creando para que, situaciones tan incivilizadas adquieran el estatus de ser naturales, y esto sea por los intereses de los países que negocian con Irán?

Yo no lo acepto, ni entiendo que la injusticia o la marginación haya que combatirlas simplemente dejando pasar el tiempo. En el caso del gobierno iraní, pide unas condiciones que en modo alguno está dispuesto a aplicar a más de la mitad de su población.


Como mujer y como ciudadana, quiero dejar claro que el peligro real no reside en que se emplee el agua pesada con fines energéticos o bien para construir bombas atómicas. El peligro real radica en la barbarie, en el fanatismo y en la privación sistemática de los derechos humanos por ser mujer.

De esto ya tenemos un terrible precedente: cerramos los ojos a la crueldad que se cometía contra las mujeres en Afganistán y cuando los abrimos nos encontramos con el 11 de septiembre.