Introducción. Crónicas de la guerra de Irak
21 de enero de 2006
En el siglo XVIII llegó a Europa la Ilustración, e introdujo a Occidente en una nueva etapa cultural e histórica. Atrás quedaban definitivamente la oscuridad y la ignorancia, abriéndose camino a la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad.
Siglos después, estas ideas con cuyos valores me siento tan identificada, me siguen pareciendo más vigentes que nunca a raíz de los últimos acontecimientos.
Hay quien para calmar sus cuitas corre al gimnasio, juega al baloncesto o baila. Yo para exteriorizar mis sentimientos necesito plasmarlos sobre el papel. De esta manera siento que una simple ciudadana es capaz de dejar testimonio de su tiempo, por insignificante que este sea.
Han pasado muchos meses desde que escribí sobre la guerra de Irak por última vez. Quizás porque consideré que ya había dicho todo lo que había que decir. Volviendo la vista atrás, me doy cuenta de que todos mis temores respecto al conflicto se cumplieron y, en muchos casos, incluso se quedaron cortos.
La muerte de tres mil marines y de más de 32.000 iraquíes constituye una cifra absolutamente estremecedora. Si a eso sumamos que, debido a la situación que se vive en la zona, un país como Irán, una teocracia que no respeta los derechos humanos y cuyo presidente es un integrista –así lo demuestran sus declaraciones- pretenda fabricar armamento atómico, creo que el trío de las Azores ha hecho posible los mejores sueños de los peores terroristas.
Inserto a continuación mis impresiones, las cuales recogí conforme se fue desarrollando el conflicto, justo después de cada acontecimiento, por lo que es posible que aparezcan datos inexactos.
A día de hoy considero oportuno aclarar que Estados Unidos me parece un gran país, con todas sus luces y sus sombras, pero ¿quién no las tiene? En su suelo después de todo nunca ha habido una guerra de religión, una tiranía, o un golpe de estado; la Brigada Lincoln luchó al lado de los republicanos en 1936 y fueron extraordinariamente generosos en la liberación de Europa del yugo nazi. Libraron a Francia, Italia y Alemania, perdiendo a cambio miles de vidas.
Por el contrario, cuando la contienda hubo acabado, la administración del país traicionó a los republicanos españoles, quienes esperaban lo mismo para España. En lugar de esto, pasados unos años colaboró con los fascistas aliados de Hitler y Mussolini, y tras el término del conflicto abandonó a los defensores de la democracia, condenando de esta manera a la ciudadanía de nuestro país a 40 años de dictadura y, a muchos militantes por la libertad, a la muerte.
Escribo esto porque me cuesta trabajo comprender porqué los ciudadanos/as norteamericanos permiten que se violen sus derechos civiles sin que medie una orden; o como no exigen explicaciones cuando, para matar a un terrorista, se bombardea una casa desde el aire y se acaba con la vida de cinco niños.
Actuaciones como los que he descrito nos acercan moralmente a la misma barbarie que propugna el terrorismo.
Siglos después, estas ideas con cuyos valores me siento tan identificada, me siguen pareciendo más vigentes que nunca a raíz de los últimos acontecimientos.
Hay quien para calmar sus cuitas corre al gimnasio, juega al baloncesto o baila. Yo para exteriorizar mis sentimientos necesito plasmarlos sobre el papel. De esta manera siento que una simple ciudadana es capaz de dejar testimonio de su tiempo, por insignificante que este sea.
Han pasado muchos meses desde que escribí sobre la guerra de Irak por última vez. Quizás porque consideré que ya había dicho todo lo que había que decir. Volviendo la vista atrás, me doy cuenta de que todos mis temores respecto al conflicto se cumplieron y, en muchos casos, incluso se quedaron cortos.
La muerte de tres mil marines y de más de 32.000 iraquíes constituye una cifra absolutamente estremecedora. Si a eso sumamos que, debido a la situación que se vive en la zona, un país como Irán, una teocracia que no respeta los derechos humanos y cuyo presidente es un integrista –así lo demuestran sus declaraciones- pretenda fabricar armamento atómico, creo que el trío de las Azores ha hecho posible los mejores sueños de los peores terroristas.
Inserto a continuación mis impresiones, las cuales recogí conforme se fue desarrollando el conflicto, justo después de cada acontecimiento, por lo que es posible que aparezcan datos inexactos.
A día de hoy considero oportuno aclarar que Estados Unidos me parece un gran país, con todas sus luces y sus sombras, pero ¿quién no las tiene? En su suelo después de todo nunca ha habido una guerra de religión, una tiranía, o un golpe de estado; la Brigada Lincoln luchó al lado de los republicanos en 1936 y fueron extraordinariamente generosos en la liberación de Europa del yugo nazi. Libraron a Francia, Italia y Alemania, perdiendo a cambio miles de vidas.
Por el contrario, cuando la contienda hubo acabado, la administración del país traicionó a los republicanos españoles, quienes esperaban lo mismo para España. En lugar de esto, pasados unos años colaboró con los fascistas aliados de Hitler y Mussolini, y tras el término del conflicto abandonó a los defensores de la democracia, condenando de esta manera a la ciudadanía de nuestro país a 40 años de dictadura y, a muchos militantes por la libertad, a la muerte.
Escribo esto porque me cuesta trabajo comprender porqué los ciudadanos/as norteamericanos permiten que se violen sus derechos civiles sin que medie una orden; o como no exigen explicaciones cuando, para matar a un terrorista, se bombardea una casa desde el aire y se acaba con la vida de cinco niños.
Actuaciones como los que he descrito nos acercan moralmente a la misma barbarie que propugna el terrorismo.
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7.8.05
LOS AGUJEROS NEGROS DEL 11-M (XIX) Las Mentiras de Manolón
LOS AGUJEROS NEGROS DEL 11-M (XIX).
Las mentiras de 'Manolón'
La 'banda de Avilés' tenía una relación estrecha con el policía
Por FERNANDO MUGICA
LOS AGUJEROS NEGROS DEL 11-M (XIX). En muchos documentos del sumario, a los que ha tenido acceso EL MUNDO, se pone al descubierto la íntima amistad entre varios implicados en los atentados: el ex minero Emilio Suárez Trashorras y Antonio Toro, y el jefe del Grupo de Estupefacientes de la comisaría de Avilés, Manuel García Rodríguez, Manolón. Este, según han declarado otros dos miembros de la trama de Avilés, Javier González Díaz, El Dinamita, y Rubén Iglesias Díaz, avisaba a Emilio de las redadas y sacaba de apuros a Antonio cuando le pillaban con trapicheos de coches robados.Se confirma, así, la íntima amistad del policía con los encausados.Antonio Toro llegó a avisar al inspector de que miembros de la Unidad de Información Exterior de la Guardia Civil estaban detrás de sus pasos tras comprobar que en el teléfono del policía se habían recibido numerosas llamadas de muchos implicados en los atentados.
La primera bofetada de realidad que se recibe al asomarse a los 100.000 folios del sumario del 11-M es comprobar cómo las Fuerzas de Seguridad han tratado de eludir sus responsabilidades, en medio de un cruce de descalificaciones. (.../...)
El teniente coronel Antonio Rodríguez Bolinaga, cesado como jefe de la Comandancia de Gijón, escribe que percibe «una intensidad de odio impensable» para referirse al informe de 12 folios enviado al juez desde la Comandancia de Oviedo -que EL MUNDO ya adelantó en su día y que desmenuzó ampliamente en su edición del martes-.
Y todo porque se acusa a los distintos estamentos policiales de «negligencias, errores, dejadez y falta de interés».
En el informe se afirma, además, algo mucho más incómodo para todos. Y es que la banda de Avilés -la que supuestamente proporcionó los explosivos para los atentados- pudo ser desmantelada mucho antes del 11-M en varias ocasiones. Acusan, además, al coronel Félix Hernando, responsable de la UCO, la Unidad Central Operativa de la Benemérita, de imprecisiones, falsedades y mentiras flagrantes en su comparecencia ante la Comisión del 11-M en el Congreso.
UNA COMISARIA PECULIAR
Ridiculizan el «vasto operativo» -el que nunca existió- de la primavera de 2003 después de que Nayo, José Ignacio Fernández, diera todo tipo de detalles inútilmente, tanto a la Policía como a la Guardia Civil sobre el tráfico de explosivos y la tenencia de un verdadero arsenal de armas de Emilio Suárez Trashorras y Antonio Toro, la banda de Avilés.
En definitiva, se lanza un cúmulo de agravios que ponen de relieve fallos muy graves en materia de seguridad y que evidencian que se permitió, inexplicablemente, que las cosas siguieran su curso, lo que propició la tragedia de los atentados.
Es curioso que, al hablar de la banda de Avilés, los proveedores de la dinamita, siempre se haya puesto el foco de atención sobre la Guardia Civil asturiana dejando a un lado la peculiar actuación de la Policía.
Las declaraciones de los imputados españoles en los atentados ponen de manifiesto la cercanía de todos ellos con mandos de la policía asturiana.
El jefe del grupo de estupefacientes de la Comisaría de Avilés, el inspector Manuel García Rodríguez, dejó a entender en su comparecencia ante la Comisión del 11-M en el Congreso que su relación con Emilio Suárez Trashorras -uno de los implicados en la venta de los explosivos a la célula integrista islámica- era ocasional.
Se trataba, según él, de un confidente ocasional, de poca monta, con el que sólo hablaba de trapicheo de drogas. «Desde finales de 2002 era una relación en plan coloquial, de vecindad». «No llegaba a la amistad». «Siempre le dije que no me pidiera ningún tipo de árnica, ningún favor». «Yo no le saqué la cara por ningún lío». «Su hermana Carmen nunca me llamaba. Después de que me lo pidiera Emilio le facilité a ella un trabajo de auxiliar en una empresa». Y luego, casi entre sollozos, terminó su intervención pidiendo perdón a las víctimas del 11-M por su posible negligencia.
La realidad que se expone en el sumario es muy diferente y no se comprende que, a la vista de ello, Manuel García siga en su puesto y haya recibido el homenaje de sus superiores y compañeros.
En sus testimonios ante el juez prácticamente todos los implicados en la trama de Avilés contradicen sus declaraciones. Aseguran que Manolón, como se le conocía al policía, mantuvo un trato íntimo y continuado con Trashorras hasta después de los atentados.Que sacó de apuros a Antonio Toro, el cuñado de Emilio, cuando le pillaron traficando con coches robados. Que avisaba a Emilio para que parara sus actividades delictivas cuando la policía de su comisaría iba a hacer una redada. Y que Emilio le contaba todo aquello de lo que se enteraba y le hablaba de todas las personas con las que tenía relación.
UNA RELACION MUY PECULIAR
La Guardia Civil descubrió, además, las numerosas llamadas que recibió Manolón desde teléfonos de personas involucradas en los atentados y en fechas clave.
Manuel García afirma en un informe policial, y así consta en una nota entregada al juez por la Comisaría General de Información, que «a finales de 2002, como existían dudas sobre el comportamiento de Trashorras y la veracidad de sus informaciones sobre supuestos tráficos de estupefacientes, por el jefe de grupo antes citado» -Manuel García- «se corta la relación que él pretendía mantener y se limita a contactos esporádicos, favorecidos únicamente por la relación de proximidad vecinal».
No es cierto, si consideramos las declaraciones de los imputados.
Rubén Iglesias Díaz, por ejemplo, declaró el 12 de junio de 2004 que el policía de Avilés Manuel García era íntimo de los padres de Emilio Suárez Trashorras. Como detalle anecdótico, éste le llamaba al inspector El Pelirrojo, por el color de su pelo y de su barba. Lo más grave es que Rubén afirma en su declaración que Emilio le había comentado que Manuel García le avisaba cuando iban a apretar en la calle. Sencillamente -siempre según la versión del declarante-, Manuel llamaba a Emilio para que dejara de trapichear con drogas si desde su comisaría estaban preparando una redada.
Por su parte, Javier González Díaz, El Dinamita, ratificó el 11 de junio de 2004 en su declaración -y así consta en el sumario- la íntima amistad entre el policía y Emilio.
Javier, un hombre de 53 años, sin trabajo hasta el momento de su detención, había sido condenado y encarcelado por tráfico ilícito de explosivos a finales de los años 70. En su declaración como implicado en los atentados del 11-M explicó que él también era un colaborador de la policía. Concretamente, había utilizado el nombre de guerra de Quique para infiltrarse en un asunto de falsificación de moneda.
El Dinamita declaró que Emilio Suárez Trashorras tenía una relación intensa con el policía Manuel García, al que llamaban El Comisario.«Deben ser amigos íntimos, porque siempre estaban juntos por la tarde. Emilio me dijo que Manuel era como un padre para él».
'MANOLON' Y EMILIO, AMIGOS INTIMOS
«Comían muchas veces juntos en el restaurante El Abogado. Se veían casi todos los días, antes de los atentados. Fue Manuel quien metió a su hermana Carmen» -la mujer de Antonio Toro- «en la seguridad de El Corte Inglés».
El propio Emilio Suárez Trashorras, en su declaración del 16 de noviembre de 2004, detalló sus conversaciones con el policía desde el verano de 2001, después de que encarcelaran a su cuñado Antonio Toro tras la operación Pipol. En aquella ocasión la policía encontró, en un garaje alquilado por Toro, 16 cartuchos de dinamita, en estado precario, además de una importante cantidad de drogas.
Emilio relata sin el menor pudor que llegó a un trato de colaboración con el policía a cambio de que éste le ayudara a sacar de la cárcel a Toro, antes de Navidad. El policía ha explicado en una nota informativa que lo hizo después de conocer que el padre de Antonio Toro estaba muy enfermo y quería aliviarle el disgusto por el encarcelamiento de su hijo.
Trashorras asegura que el funcionario Manuel García ayudaba a Toro cuando éste tenía problemas con los coches robados. Según la declaración de Emilio -ratificada más tarde por el propio Antonio Toro-, Manuel sacó a éste de un apuro con dos Cheroquis localizados en Ceuta y en Avilés, vendidos por Toro y que resultaron robados.
Es evidente que aquí ya no estamos hablando de tráfico de drogas, sino de una red de coches robados que desde España los desviaba hasta Africa a través de Marruecos. La policía asturiana ya fue investigada por Asuntos Internos hace varios años en esta misma dirección.
Antonio Toro, en su declaración como imputado, confirmó estos hechos. Aceptó que Manuel García le había hecho favores y que, cuando pillaron en Ceuta un Cheroki robado, llamó a Manolón y éste lo solucionó.
Uno de los asuntos que más intrigó, dos meses después de los atentados, en las comandancias de la Guardia Civil asturiana fue el cambio de actitud que se produjo en Antonio Toro tras una de sus detenciones. Ahora es evidente que miembros dl Instituto Armado quisieron contar con la colaboración de Toro para esclarecer la trama de los explosivos.
TORO AVISA A 'MANOLON'
Sucedió en la primera semana de mayo de 2004. Las Fuerzas de Seguridad trabajaban bajo una enorme presión. Uno de los cabos más útiles de los que pudieron tirar era el listado de teléfonos de los móviles usados para que la banda de Avilés y la de los islamistas se comunicaran.
Fue así como los investigadores de la trama de los explosivos de la Guardia Civil se llevaron una enorme sorpresa, al comprobar las llamadas frecuentes que habían hecho los implicados al teléfono del policía Manuel García, antes y después de los atentados.
Sabían que pisaban un terreno muy resbaladizo. El juez Del Olmo les comunicó que iría a por todas, aunque estuvieran implicados policías. Entre los guardias se comentaba el marrón que suponía tener que detener a un compañero y tener que interrogarle sin contemplaciones.
En este contexto, los guardias querían sonsacar, antes, información a Toro de una forma amable y fuera del cauce oficial. Aprovecharon una menudencia -unos papeles que no estaban en regla en uno de los coches que había vendido Toro- para detenerlo en Piedras Blancas. Cuando fue trasladado a las dependencias de la Guardia Civil de Oviedo aparecieron dos guardias, que provenían de la Unidad Central de Información Exterior de Madrid, la UCIE, y se lo llevaron a un restaurante.
Toro en esos días cambió totalmente de actitud. De aparentar confusión y de comentar que quería colaborar pasó a negarse en redondo a declarar. Los guardias de la Comandancia llegaron a pensar que Toro había pactado con los de la UCIE a cambio de información.
La realidad era muy diferente. Una nota informativa fechada el 7 de mayo de 2004 -y que está incluída en el sumario del 11-M- lo explica con claridad.
El día 6 de mayo, el policía Manuel García se encontraba en un bar de Avilés cuando se le acercó Carmen Toro -hacia las 20.30 horas-, para decirle que su hermano Antonio quería hablar urgentemente con él. La propia Carmen hizo de intermediaria para conseguir una cita entre ambos, un cuarto de hora más tarde, en un aparcamiento situado en la calle de El Muelle.
En la entrevista, que duró aproximadamente un cuarto de hora, según relata el propio Manuel García en su nota informativa, Toro le contó que desde que había sido puesto en libertad, después de pasar por la Audiencia Nacional, la Guardia Civil no le dejaba en paz.
Pero lo más importante es que Toro le contó al policía que la Guardia Civil estaba detrás suya. Concretamente, le pidieron que «si podía averiguar el nombre y apellidos del policía de Avilés que hablaba con su cuñado -Trashorras- o bien el vehículo que usaba habitualmente o su dirección».
Al margen del pudor que produce que todo un servicio de información necesite a un delincuente para enterarse de los datos de un posible implicado en la trama del 11-M, que además es miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado, lo que resulta claro es que sus investigaciones pretendían abarcar a miembros de la Comisaría de Avilés por considerarlos como posibles implicados en la trama.El hecho cierto es que a Toro le faltó tiempo para contárselo a su verdadero protector, el policía Manolón, por lo que pronto se pudo forzar un cortocircuito.
Miembros de la Guardia Civil han reconocido a EL MUNDO que el juez Del Olmo cambió de pronto de actitud, a raíz de lo cual las investigaciones dejaron de insistir en el tema de los policías a pesar de que nunca se han podido explicar las llamadas que, en momentos clave, se produjeron desde los teléfonos de los implicados hasta el usado por Manuel García.
El 16 de noviembre de 2004 el juez sometió a Trashorras y Toro a un careo. Toro dijo, textualmente, que Emilio le había dicho que cada información que tenía se la daba a Manolo, el policía.
LLAMADA CLAVE DE CARMEN
Uno de los momentos esenciales más comprometedores es la llamada que se produjo desde el teléfono de Carmen Toro hasta el de Manuel García, en la tarde del 27 de febrero de 2004. El lector recordará que era la víspera de que Jamal Ahmidan, El Chino, junto a otros islamistas, viajara a Asturias para conseguir el explosivo que sería llevado al día siguiente en dos vehículos hasta la casa de Morata de Tajuña (Madrid).
La llamada fue hecha a las 15.33 horas y duró exactamente 50 segundos. ¿Qué motivos tenía Carmen Toro o su marido, Emilio Suárez Trashorras, para llamar al policía, después de visitar con El Chino la casa de Morata de Tajuña y pocas horas antes de que éste fuera a Asturias a por el explosivo?
Aún no ha sido esclarecido. En la declaración del día 12 de junio de 2004, en la Dirección General de la Guardia Civil, Carmen Toro no supo explicarlo. Tampoco dio una explicación razonable sobre por qué el policía Manuel García le consiguió un puesto de vigilante de seguridad en el Hipercor de Avilés, a pesar de no tener ninguna preparación para ese puesto.
Nacida el 17 de agosto de 1981, María del Carmen Toro Castro sólo había realizado estudios de EGB, ESO y cursos de peluquería y estética. Según ha declarado ella misma, había trabajado hasta entonces en la venta de coches durante un año, unos meses de camarera en un bar y dos años como peluquera en un hospital.
Sin embargo, cuando le preguntaron por su actividad laboral declaró que estaba trabajando en la seguridad de El Corte Inglés. Dijo que entró en este puesto gracias a su amigo el policía de Avilés Manuel García. Ella le dio el currículo y él hizo el resto.
Carmen aceptó en su declaración que su marido traficaba con hachís, pero dijo no saber nada de todo lo demás a pesar de reconocer que conocía a Rafá Zouhier, a Jamal Ahmidan, a El Dinamita, y a otros implicados en el 11-M, y que estuvo presente en varias reuniones entre la célula de Avilés y la de Morata de Tajuña.Aseguró que en los momentos clave se apartaba y no sabía de qué hablaban.
Fue mucho más precisa cuando pormenorizó el viaje a la casa de Morata de Tajuña, en compañía de Emilio y de El Chino. El 26 de febrero de 2004 volvían de viaje de luna de miel, desde Tenerife, e hicieron escala en Madrid. Vino a buscarle en coche El Chino y viajaron, «durante una media hora», hasta una casita que estaba en una localidad llamada «Morata de no se qué», cerca de la Warner.En el coche tan sólo hablaron del viaje de bodas y del Teide.
Concretó que avanzaron por un camino de tierra y que Emilio le decía que aquellas fincas eran muy baratas y que se podían comprar fácilmente, ya que no eran edificables. Se acercaron a una casita muy pequeña, en cuyo tejado trabajaban dos personas. No llegaron a entrar. El Chino les ofreció un refresco de Mekacola. Le comentó que era bueno tomarla, porque así se boicoteaba a la Coca-Cola y a los americanos. Ella no llegó a probarla. También hablaron de religión y de Bin Laden.
Desde ese lugar y ese día se hicieron varias llamadas a Asturia, desde el teléfono de Carmen, pero ella no recuerda a quién. No estuvieron allí más de 10 o 15 minutos y, después, El Chino les acercó hasta el aeropuerto de Barajas desde donde tomaron el avión para Asturias. De todo lo que hablaron en el camino sólo puede recordar que se mencionó la palabra hachís.
UNA ESCOPETA SIN PAPELES
Al día siguiente, después de la visita a Morata de Tajuña, fue cuando desde el teléfono de Carmen Toro se hizo la llamada de 50 segundos al teléfono del policía Manuel García, tan sólo horas antes de que El Chino viajara a Asturias a por los explosivos. No ha podido dar ninguna explicación para esa comunicación.
Acepta con naturalidad la gran amistad entre Emilio y el policía.Dice que ambos se llevaban muy bien y que se llamaban muy frecuentemente.También asegura que coincidían mucho en el bar, porque vivían muy cerca uno de otro. Afirma que Emilio le contaba muchas cosas a Manuel y que ella le llamó un par de veces para agradecerle lo del empleo.
Carmen no recuerda si en alguna ocasión Emilio comentó al policía las actividades de los moritos, y eso a pesar de que Manuel le preguntaba a menudo -según la versión de Carmen- sobre las personas que frecuentaba.
La Guardia Civil encontró en el registro del domicilio de Carmen, el 9 de junio de 2004, una escopeta de 12 milímetros Franchi, en situación ilegal ya que carecía de documentación.
También encontraron varios números de teléfono, uno de ellos al lado de la anotación «Canillas. Manzano». Carmen explicó en su declaración que desde ese teléfono llamó Emilio, después de que lo llevaran detenido a Madrid -teóricamente estaba incomunicado- y que el número quedó grabado en su móvil. No ha podido aclarar por qué anotó al lado del número «Canillas. Manzano».
A estas alturas nadie puede negar, y menos a la vista de estos datos, que entre la banda de Avilés y las Fuerzas de Seguridad existieron contactos estrechos y continuados a lo largo de los últimos años. Cada vez resulta más inexplicable que fuera ese grupo un elemento decisivo en la preparación de los atentados.
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Comentario dejado por Kickjor @ 9:54 PM
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