21 enero 2006

V. Coacción

2003
Las declaraciones del señor Aznar de que en nuestro país existen personas o instituciones que cifran sus esperanzas electorales en los posibles féretros que vengan de Irak conteniendo el cuerpo de nuestros compatriotas, son una de las mayores barbaridades que un presidente de gobierno puede cometer. Porque no se trata sólo de una mentira política o una descalificación más de las muchas a las que nos tiene acostumbrados el presidente de gobierno; no es únicamente una falacia, sino que además en mi opinión supone un delito de coacción, delito que consiste en impedir a otro con violencia y sin estar autorizado por la ley a realizar lo que el ordenamiento jurídico no prohibe, o imponer una conducta no deseada, sea justa o injusta. Con su tipificación se pretende defender la libertad de obrar según una decisión previamente adoptada.

Por violencia se entiende de forma unánime que no se ejerce sólo en el uso de la fuerza física, sino también mediante intimidaciones. Basta con cualquier medio externo eficaz para anular la capacidad de decisión personal. La coacción resulta un acto tanto más grave cuando se ejercita para impedir el ejercicio de un derecho fundamental.

Y este es el caso del señor Aznar. Usted con sus palabras intenta coaccionar la libertad de expresión de aquellos que estuvimos contra la invasión de Irak en su día, y contra el envío de tropas en la actualidad, de tal manera que si por desgracia ocurriera la muerte de algún militar español en el futuro, los que estuvimos en contra de la intervención no pudiéramos expresarnos libremente por miedo a ser considerados correligionarios de los asesinos, o unos mal nacidos sin alma que calculan el porcentaje de votos o el desgaste del gobierno en términos de vidas humanas.

Que cobardía política más grande, señor presidente, qué escudo tan miserable es usted capaz de fabricarse para no asumir sus responsabilidades políticas si estos hechos se produjeran. La decisión de mandar 1500 compatriotas a Irak bajo mandato polaco le pertenece a usted y a su partido solamente. Por tanto, cualquier baja que se produzca en el contingente será responsabilidad exclusiva de usted como presidente de gobierno, y del PP como partido, así como de los militantes de su formación. Señor Aznar, espero sinceramente no ver por televisión cómo bajan los féretros de nuestros compatriotas envueltos con la bandera nacional, como usted dijo en un sus declaraciones, porque si hay algo que define la muerte es el dolor de los que esperan, y el dolor no tiene colores.

Por eso señor Aznar, espero que algo así no ocurra. Y si fuera así, yo personalmente como mujer socialista tendría la sensación de que nuestros militares murieron dos veces: una física y otra moral, como resultado de sus palabras, por si alguno de ellos en algún momento pudo creer que aquellos que estuvimos en contra de la guerra quizás nos alegramos de sus muertes.

Según Shakespeare, los valientes mueren sólo una vez, los cobardes, cientos de veces. Señor presidente, esta cita lo definiría a usted. Nuestros compatriotas morirían sólo una vez, pero usted lo haría cientos de veces. Lo haría en cada lágrima derramada en cada minuto de ausencia del ser querido. Pero no por el hecho de tomar una decisión política de mandar tropas a un país extranjero, sino por la forma de no asumir la responsabilidad de su decisión.