Mujer y socialismo
Siempre he pensado, desde mi condición de feminista, que las desigualdades entre hombres y mujeres parten de la primacía de la fuerza sobre la razón, así como del fomento de las actitudes agresivas entre los varones y del desplazamiento de aquellos que no aceptaban este modelo. Así lo afirma el antropólogo Marvin Harris. Por esto, me gustaría resaltar que en la lucha contra las desigualdades y las injusticias que las mujeres hemos padecido, también han participado hombres que no compartían el modelo de varón agresivo que las sociedades ideológicamente conservadoras han mantenido hasta nuestros días.
Estos hombres socialistas y progresistas apoyaron abiertamente los movimientos que luchaban por la igualdad, ganándose con ello el rechazo de las autoridades políticas y sociales del momento, así como del resto de la población masculina, e incluso femenina, que no compartía sus ideas. Pero esto ni les importó, ni les hizo desistir de su idea de modelo igualitario.
En 1855, Florence Nighthingale logró imponerse sobre la estupidez machista de sus mandos superiores y reorganizó la administración sanitaria, buscó enfermeras cualificadas y garantizó la asistencia médica durante el conflicto bélico de la guerra de Crimea. De este modo, redujo la tasa de mortalidad de los soldados heridos, que pasó del 42 al 1% El éxito de esta mujer en el cumplimiento de sus funciones fue espectacular.
John Stuart Mill inició un movimiento que defendía el sufragio femenino; para el cual contó con el apoyo de Florence Nightingale, quien condujo la fundación “Women” en Oxford y Cambridge de tal forma que las mujeres pudieran acceder a la enseñanza superior, y hacerse así con títulos universitarios. En 1869, Mill publica El sometimismo de las mujeres, donde denuncia y debate los clichés machistas de los conservadores.
Este escrito se convertiría en auténtica munición para la lucha de la igualdad en manos de las sufragistas de la época. La alianza entre el movimiento de la mujer y el socialismo se consolidó definitivamente. En 1885, Karl Pearson publica La cuestión de la mujer. En sus escritos defendió la independencia económica de esta; de este modo quedó recogida en el ideario socialista la lucha por la igualdad de la mujer, que más adelante se extenderá por todos los partidos socialistas de Europa, entre ellos el PSOE.
La alianza entre socialismo y movimiento de la mujer resalta ejemplarmente en el escrito de Charlas Bradlangh El programa radical. En él el autor reclama al mismo tiempo la representación de las clases trabajadoras en el parlamento y el sufragio femenino.
Desde entonces hasta nuestros días, la lucha por la igualdad ha sufrido subidas y bajadas, progresos y retrocesos. El proceso para la igualdad de la mujer en Europa ha sido desigual. En algunos países se ha avanzado más que en otros, y en España tuvimos que sufrir 40 años de pérdida de derechos en todos los sentidos, por obra y gracia de la dictadura del General Franco.
En todos estos años, según mi criterio, siempre ha habido una constante: han sido el modelo social y la ideología los que han marcado la diferencia en aquellos que estaban por la igualdad, con independencia del cual fuera su sexo.
Y así nos encontramos, en pleno siglo XXI, con un dirigente que es además fundador de un partido político, el señor Fraga Iribarne, quien recurre a una expresión como “amor libre” para descalificar a los progresistas que le reprocharon que no hubiera condenado de manera expresa e inequívoca los abusos sexuales sufridos por una menor por parte de un miembro de su partido, que ocupaba el puesto de alcalde del lugar donde ocurrieron los hechos.
Aquí nos encontramos con una paradoja. El concepto (amor libre) que utilizó para descalificar y afianzarse en su postura, no procede del movimiento Hippie, como él argumentó. Daysdale fue quien acuñó este término para dar cabida al derecho de la mujer a tomar anticonceptivos y mantener relaciones sexuales al margen de la procreación, función que los conservadores defendían a ultranza. Daysdale creó un amplio programa de planificación familiar que permitió que las obreras pudieran liberarse de embarazos no deseados que hacían más insoportable la miseria que muchas de ellas padecían.
La cuestión de la igualdad en los movimientos de la mujer no está determinada por el género al que pertenecemos, sino por la ideología y el modelo social. El PP, por más representantes femeninas que tengan, representan el modelo social e ideológico del señor Fraga, y en ningún caso esto supone un avance en los derechos de la mujer por su igualdad real.
Estos hombres socialistas y progresistas apoyaron abiertamente los movimientos que luchaban por la igualdad, ganándose con ello el rechazo de las autoridades políticas y sociales del momento, así como del resto de la población masculina, e incluso femenina, que no compartía sus ideas. Pero esto ni les importó, ni les hizo desistir de su idea de modelo igualitario.
En 1855, Florence Nighthingale logró imponerse sobre la estupidez machista de sus mandos superiores y reorganizó la administración sanitaria, buscó enfermeras cualificadas y garantizó la asistencia médica durante el conflicto bélico de la guerra de Crimea. De este modo, redujo la tasa de mortalidad de los soldados heridos, que pasó del 42 al 1% El éxito de esta mujer en el cumplimiento de sus funciones fue espectacular.
John Stuart Mill inició un movimiento que defendía el sufragio femenino; para el cual contó con el apoyo de Florence Nightingale, quien condujo la fundación “Women” en Oxford y Cambridge de tal forma que las mujeres pudieran acceder a la enseñanza superior, y hacerse así con títulos universitarios. En 1869, Mill publica El sometimismo de las mujeres, donde denuncia y debate los clichés machistas de los conservadores.
Este escrito se convertiría en auténtica munición para la lucha de la igualdad en manos de las sufragistas de la época. La alianza entre el movimiento de la mujer y el socialismo se consolidó definitivamente. En 1885, Karl Pearson publica La cuestión de la mujer. En sus escritos defendió la independencia económica de esta; de este modo quedó recogida en el ideario socialista la lucha por la igualdad de la mujer, que más adelante se extenderá por todos los partidos socialistas de Europa, entre ellos el PSOE.
La alianza entre socialismo y movimiento de la mujer resalta ejemplarmente en el escrito de Charlas Bradlangh El programa radical. En él el autor reclama al mismo tiempo la representación de las clases trabajadoras en el parlamento y el sufragio femenino.
Desde entonces hasta nuestros días, la lucha por la igualdad ha sufrido subidas y bajadas, progresos y retrocesos. El proceso para la igualdad de la mujer en Europa ha sido desigual. En algunos países se ha avanzado más que en otros, y en España tuvimos que sufrir 40 años de pérdida de derechos en todos los sentidos, por obra y gracia de la dictadura del General Franco.
En todos estos años, según mi criterio, siempre ha habido una constante: han sido el modelo social y la ideología los que han marcado la diferencia en aquellos que estaban por la igualdad, con independencia del cual fuera su sexo.
Y así nos encontramos, en pleno siglo XXI, con un dirigente que es además fundador de un partido político, el señor Fraga Iribarne, quien recurre a una expresión como “amor libre” para descalificar a los progresistas que le reprocharon que no hubiera condenado de manera expresa e inequívoca los abusos sexuales sufridos por una menor por parte de un miembro de su partido, que ocupaba el puesto de alcalde del lugar donde ocurrieron los hechos.
Aquí nos encontramos con una paradoja. El concepto (amor libre) que utilizó para descalificar y afianzarse en su postura, no procede del movimiento Hippie, como él argumentó. Daysdale fue quien acuñó este término para dar cabida al derecho de la mujer a tomar anticonceptivos y mantener relaciones sexuales al margen de la procreación, función que los conservadores defendían a ultranza. Daysdale creó un amplio programa de planificación familiar que permitió que las obreras pudieran liberarse de embarazos no deseados que hacían más insoportable la miseria que muchas de ellas padecían.
La cuestión de la igualdad en los movimientos de la mujer no está determinada por el género al que pertenecemos, sino por la ideología y el modelo social. El PP, por más representantes femeninas que tengan, representan el modelo social e ideológico del señor Fraga, y en ningún caso esto supone un avance en los derechos de la mujer por su igualdad real.
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