III. Los tiranos no tienen conciencia. Los demócratas sí.
2003
Señor Aznar, sus declaraciones acusando a la oposición de lamentar el final de la guerra, y de que esta no se prolongara aún más para así aprovecharla electoralmente, calificándonos a todos los que estamos en contra de la conflagración como radicales, es la máxima expresión de desvergüenza política que usted hasta la fecha ha cometido, y ha cometido muchas.
Si usted desde su mezquindad política se ha parado a calcular la fecha de comienzo de la invasión así como su duración, no ha hecho otra cosa que adecuar a sus intereses políticos y electorales a las próximas elecciones generales, teniendo encuentra una pronta victoria que le permitiese el olvido de su participación en la guerra que ha llevado a cabo, violentando la constitución en su espíritu, y sin un mandato de Naciones Unidos que la legitimara.
Acusar de radicales al 90% de la población española es muy fuerte señor Aznar, además el término “radical”, que es el que se emplea para calificar las acciones violentas que llevan a cabo los grupos pro – Eta, me parece como poco un insulto a la población de este país, un insulto elegido cuidadosamente en clave electoral para conseguir la mayor descalificación posible del adversario político. Pero en este punto se equivocaron usted y su partido, porque por más que se empeñe, esto no es una estrategia ideada para el desgaste de su gobierno. Los radicales que usted nombra no son ni más ni menos que los ciudadanos de este país. Los mismos que le han dado la legitimidad para gobernar, y los que han visto y sentido cómo usted como representante político, como presidente de gobierno, no les ha escuchado. Es más, no ha dado una sola explicación convincente de la participación de nuestro país, y durante semanas ha estado desaparecido, oculto de la opinión pública. Y ahora terminada la guerra, conseguida la victoria, se permite usted reaparecer y acusar a los representantes populares que tienen la misma legitimidad que usted y a la mayoría de la población que espontáneamente se tiró a la calle para protestar contra la guerra, de querer que el conflicto siguiera por más tiempo, más sufrimiento para que pudieran aprovecharse de ella en clave electoral.
No hace usted otra cosa que retratarse de manera clara y nítida ante los ojos de la ciudadanía. Se le ve satisfecho, casi sonriente, con aires de superioridad, pero ¿superioridad ante qué? ¿Ante la destrucción de ciudades, ante la muerte de los inocentes de la población civil, o es que en un principio contaba usted con unos miles de muertos más de los que ha habido y eso le hace sentirse que tiene talla de gran estadista? Pues nada más lejos de la realidad, si usted hubiera dado la talla hubiera estado con su pueblo, y no contra él. Sus palabras lamentando la muerte de los periodistas, cuando los asesinatos no se lamentan, sino que se condenan, y su argumentación de que estaban cumpliendo con su deber de manera voluntaria son muy esclarecedoras. ¿Piensa usted y su partido que ese poder de elección lo tuvieron los iraquíes, que la población civil pudo elegir antes de que les alcanzara la muerte?
Los tiranos no tienen conciencia, les importa poco la vida o la muerte. A los demócratas sí nos importa la vida y los derechos de los demás, por eso culpabilizar a Sadam de las muertes provocadas por sus aliados es un insulto a la inteligencia. Derrocar a un tirano siempre es un acto de justicia para la humanidad, y una liberación para su pueblo, pero el fin no justifica los medios. La liberación a costa del sufrimiento de la población civil no era el camino en modo alguno. Había otros que quizás a usted le hubieran dado menos protagonismo, y que habrían sido más lentos, pero finalmente igual de efectivos y sin víctimas civiles.
La posición de los socialistas en todo este tiempo ha sido siempre la misma y lo seguirá siendo en los tiempos venideros, estemos en elecciones o no; nuestra oposición a la guerra no es una estrategia electoral, sino una postura moral, aunque dudo mucho que esto sea algo que pueda comprender
Señor Aznar, Irak se podrá reconstruir; los edificios dañados se rehabilitarán, las infraestructuras se recompondrán y ampliarán, posiblemente veremos a las empresas y a los personajes próximos al poder hacerse con algún que otro suculento contrato que les permitan unos buenos beneficios.
¿Pero podrá usted devolverle a los padres que han perdido a sus hijos estos a la vida? ¿Y a los que han quedado huérfanos, podrá devolverles sus padres? La vida, señor Aznar, no se puede reconstruir. Y esta es la gran diferencia entre los ciudadanos y usted y su partido, que ven estos hechos como algo puntual, algo que con la ayuda de unos buenos asesores de imagen pueden hacer olvidar a la opinión pública. Todas y cada una de las personas que hemos pisado las calles manifestándonos contra la guerra tenemos una postura moral y democrática que vamos a demostrar a usted y a su partido en cada elección que haya, porque la ciudadanía de este país en su mayoría no quería ni la muerte ni la guerra, y usted nos impuso las dos.
Si usted desde su mezquindad política se ha parado a calcular la fecha de comienzo de la invasión así como su duración, no ha hecho otra cosa que adecuar a sus intereses políticos y electorales a las próximas elecciones generales, teniendo encuentra una pronta victoria que le permitiese el olvido de su participación en la guerra que ha llevado a cabo, violentando la constitución en su espíritu, y sin un mandato de Naciones Unidos que la legitimara.
Acusar de radicales al 90% de la población española es muy fuerte señor Aznar, además el término “radical”, que es el que se emplea para calificar las acciones violentas que llevan a cabo los grupos pro – Eta, me parece como poco un insulto a la población de este país, un insulto elegido cuidadosamente en clave electoral para conseguir la mayor descalificación posible del adversario político. Pero en este punto se equivocaron usted y su partido, porque por más que se empeñe, esto no es una estrategia ideada para el desgaste de su gobierno. Los radicales que usted nombra no son ni más ni menos que los ciudadanos de este país. Los mismos que le han dado la legitimidad para gobernar, y los que han visto y sentido cómo usted como representante político, como presidente de gobierno, no les ha escuchado. Es más, no ha dado una sola explicación convincente de la participación de nuestro país, y durante semanas ha estado desaparecido, oculto de la opinión pública. Y ahora terminada la guerra, conseguida la victoria, se permite usted reaparecer y acusar a los representantes populares que tienen la misma legitimidad que usted y a la mayoría de la población que espontáneamente se tiró a la calle para protestar contra la guerra, de querer que el conflicto siguiera por más tiempo, más sufrimiento para que pudieran aprovecharse de ella en clave electoral.
No hace usted otra cosa que retratarse de manera clara y nítida ante los ojos de la ciudadanía. Se le ve satisfecho, casi sonriente, con aires de superioridad, pero ¿superioridad ante qué? ¿Ante la destrucción de ciudades, ante la muerte de los inocentes de la población civil, o es que en un principio contaba usted con unos miles de muertos más de los que ha habido y eso le hace sentirse que tiene talla de gran estadista? Pues nada más lejos de la realidad, si usted hubiera dado la talla hubiera estado con su pueblo, y no contra él. Sus palabras lamentando la muerte de los periodistas, cuando los asesinatos no se lamentan, sino que se condenan, y su argumentación de que estaban cumpliendo con su deber de manera voluntaria son muy esclarecedoras. ¿Piensa usted y su partido que ese poder de elección lo tuvieron los iraquíes, que la población civil pudo elegir antes de que les alcanzara la muerte?
Los tiranos no tienen conciencia, les importa poco la vida o la muerte. A los demócratas sí nos importa la vida y los derechos de los demás, por eso culpabilizar a Sadam de las muertes provocadas por sus aliados es un insulto a la inteligencia. Derrocar a un tirano siempre es un acto de justicia para la humanidad, y una liberación para su pueblo, pero el fin no justifica los medios. La liberación a costa del sufrimiento de la población civil no era el camino en modo alguno. Había otros que quizás a usted le hubieran dado menos protagonismo, y que habrían sido más lentos, pero finalmente igual de efectivos y sin víctimas civiles.
La posición de los socialistas en todo este tiempo ha sido siempre la misma y lo seguirá siendo en los tiempos venideros, estemos en elecciones o no; nuestra oposición a la guerra no es una estrategia electoral, sino una postura moral, aunque dudo mucho que esto sea algo que pueda comprender
Señor Aznar, Irak se podrá reconstruir; los edificios dañados se rehabilitarán, las infraestructuras se recompondrán y ampliarán, posiblemente veremos a las empresas y a los personajes próximos al poder hacerse con algún que otro suculento contrato que les permitan unos buenos beneficios.
¿Pero podrá usted devolverle a los padres que han perdido a sus hijos estos a la vida? ¿Y a los que han quedado huérfanos, podrá devolverles sus padres? La vida, señor Aznar, no se puede reconstruir. Y esta es la gran diferencia entre los ciudadanos y usted y su partido, que ven estos hechos como algo puntual, algo que con la ayuda de unos buenos asesores de imagen pueden hacer olvidar a la opinión pública. Todas y cada una de las personas que hemos pisado las calles manifestándonos contra la guerra tenemos una postura moral y democrática que vamos a demostrar a usted y a su partido en cada elección que haya, porque la ciudadanía de este país en su mayoría no quería ni la muerte ni la guerra, y usted nos impuso las dos.
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