21 enero 2006

I. La llamada de la selva

2003
Una de las teorías del porqué aparece la guerra en tiempos pasados es, según los antropólogos, la identificación de ésta como una forma de solidaridad. Es el precio que tiene que pagar el grupo para crear la unidad entre los individuos que lo forman. El grupo que lucha unido permanece unido.

Desde esta perspectiva científica, la llamada guerra contra Irak que preconiza el señor Bush no deja de ser una llamada a las cavernas; consiste en aplicar la ley del más fuerte. En definitiva, esta guerra supone una vuelta al primitivismo del hombre y una pérdida de identidad para la civilización occidental.

Quisiera anticipar que cuando hago referencia a la postura de EE. UU., me centro en su administración y en el Partido Republicano en el poder, y no en la totalidad de los ciudadanos norteamericanos, entre los cuales habrá, no me cabe duda, personas que no compartan la actuación de su gobierno.

No existen razones objetivas que den legitimidad a un ataque contra Irak, pues si bien es cierto que Hussein ha sido y es un dictador canalla y asesino con su pueblo, no es menos cierto que el peso de la agresión recaería precisamente en este mismo pueblo. Nos encontramos con la paradoja de que para liberar una nación primero hay que masacrarla. Esto es algo que un ciudadano con un mínimo de sensibilidad y de respeto por los derechos humanos no puede aceptar, puesto que la idea de muerte y destrucción le repugna en lo más profundo del alma.

Si es cierto, cosa que no dudo, que el tirano tenga armas de destrucción masivas, existen fórmulas para conseguir su desarme y la caída del dictador sin dañar al pueblo y sin ocupar el país.

Por cierto, Hussein no puede engaña a los gobiernos norteamericano e inglés en cuanto al número de armas que posee y sus características, puesto que fueron ellos quienes se las proporcionaron.

Quiero reiterar una vez más que cuando empleo el término “norteamericano” me refiero al partido en el poder en ese momento y no a los ciudadanos.

Quizás la mejor manera de exponer el no a la guerra sea un ejemplo que todos conocemos y que una vez pasado el tiempo resulta difícil de manipular. Chile, un país democrático, fue un día motivo de miedo y preocupación para la administración norteamericana de aquellos años. El gobierno de Salvador Allende, elegido democráticamente, cayó por la intervención de los servicios de inteligencia americanos, y para ello no hizo falta que un solo marine pusiera un pie en Chile.

Bastaría con invertir el proceso en Irak y conseguir con los mismos medios la caída del tirano del poder y la toma de este por alguien que garantizara el desarme y la apertura democrática del país.

El señor Bush, en su intento de cohesionar a su país de esta forma tras los atentados del 11 de Septiembre, no está solucionado el problema del terrorismo internacional. Estoy convencida de que con el paso de los años lo empeorará aún más, creará más víctimas y más dolor. No será el final, sino el principio de lo que podríamos llamar el huevo de la serpiente.