10 septiembre 2005

Triunvirato

10 de septiembre de 2005


En el año 60 a. C. se creó en Roma una magistratura formada por tres personas, la cual recibió el nombre de Triunvirato.

Salvando las distancias, como ciudadana andaluza no puedo dejar de percibir cierto paralelismo entre el Triunvirato Romano y el que forman el señor Arenas, el señor Sanz y la señora Teófila.

Es este un triunvirato muy particular: mientras que en el romano se trataba de ostentar el poder y de luchar por mantenerlo, en el formado por los personajes del Partido Popular parece que su única misión en esta vida es, por designio divino, no dejar gobernar a los representantes legítimamente elegidos por el pueblo para tal menester.

Dejo muy claro que no estoy hablando de la labor de oposición que la Constitución les encomienda, sino de la práctica política que consiste en no dejar que los representantes que la mayoría de los ciudadanos han elegido lleven su política a cabo. No se trata de la crítica a un programa económico, de salud o de vivienda, sino de la descalificación continua que sufre el gobierno andaluz, el cual se tiene que defender de manera constante.

Este triunvirato del PP se distingue por unos rasgos muy claros y definidos; en especial, por su capacidad de sincronización y de relevo, y por sus argucias políticas que permiten el retraso de las acciones del ejecutivo. Obran como si de una carrera de relevos que no tiene final se tratara: en cualquier momento el señor Arenas comete un atropello verbal, Sanz lanza un exabrupto y la señora Teófila… bueno, de la señora Teófila mejor no hablar.

Ante esto, como socialista, como ciudadana, me gustaría que nuestro partido sea lo suficientemente ágil como para lograr neutralizar el triunvirato andaluz de manera eficaz, llevando a la ciudadanía la realidad de nuestro proyecto; mientras que a la vez, y más importante si cabe, ver cómo Chaves, Zarrías, y los demás miembros de la Junta pueden dedicarse a gobernar y a llevar a cabo nuestro proyecto político por el bien de la comunidad, sin necesidad de tener que perder el tiempo y las energías haciendo frente al triunvirato.