14 diciembre 2003

El Mago de Oz

14 de diciembre de 2003


Dentro del género literario del cuento podemos encontrar muchísima variedad: están los cuentos infantiles; los de miedo (para adultos); existe el país de Nunca Jamás capitaneado por Peter Pan con Campanilla y todo; el reino de los elfos, etc., etc.
Pero hasta ahora no me había encontrado yo con una nueva realidad dentro del género; ésta no es otra que la “autonomía de cuento”. Esta nueva realidad literaria es posible gracias a la Sra. Teófila Martínez y a sus sorprendentes apariciones en el Parlamento Andaluz. Está haciendo época, perdón, quería decir género literario.
La historia del cuento comienza de la siguiente manera:
“Dorothy Teófila” es muy jovencita, prácticamente una adolescente, cuando un torbellino democrático la arrastra a la política. ¿Que por qué era adolescente “Dorothy Teófila”? Porque, según sus declaraciones, en la época franquista era demasiado joven para luchar por las libertades democráticas de las otras personas de la historia. Estos personajes eran anónimos, aunque representaban a la mayoría de la población, y todos estaban sometidos por el pequeño gran dictador. Pero bueno, esa es otra historia, no nos alejemos del cuento de “Dorothy Teófila”. Así pues, ella era una adolescente por aquellos tiempos, según sus palabras no había llegado a la pubertad. Sé lo que estáis pensando: que viéndola, y echando cuentas de matemáticas, esta afirmación va en contra de la inteligencia y la razón. Pero no debéis olvidar, queridos progresistas, que estamos hablando de un cuento, y un cuento siempre es un cuento. Bien, prosigamos con nuestra narración.

“Dorothy Teófila” se encontró en aquel torbellino democrático en el que por edad, y no por otra cosa, no tuvo nada que ver. Y se propuso ser candidata a la presidencia de la autonomía. Pero para ello no creáis que “Teófila Dorothy” estaba sola, ni mucho menos, tenía grandes y potentes aliados que la ayudarían a conseguir sus objetivos. Estos personajes estaban dispuestos a ayudarla en todo aquello que fuera necesario. Eran, como ella, personajes que, no sé si por edad o por otra cosa, nada habían hecho por ver la caída del pequeño gran dictador. Claro que, como esto es un cuento, es algo carente de importancia. Pues bien, estos personajes eran “el espantapájaros Sanz”, que quería un cerebro; “Arenas el hombre de hojalata”, que quería un corazón; “Rajoy el león” que quería tener valor; y al mando de todos ellos, como cabeza pensante, se encontraba “Aznar el Mago”. (Si “Teófila Dorothy” era de Kansas, ¿Cómo es que el mago tenía acento tejano? Os juro que yo lo escuché por la tele, y lo tenía. ¿Que no me creéis? Pues preguntad a los miles de personajes del cuento, veréis como os confirman esto). Bien, prosigamos con nuestro relato. “Dorothy Teófila” tenía enfrente a un presidente elegido reiteradamente en todas las elecciones. Este personaje era conocido como “el Chaves”, y había derrotado a “Dorothy Teófila” con los votos mayoritarios del resto de los personajes que vivían en la autonomía. En esta ocasión, “Dorothy Teófila” creía que las cosas serían diferentes, que con su verbo de “huevos” y “machos”, y con la ayuda de sus amigos, derrotaría a “semejante personaje”, que no tenía otra excusa para gobernar más que ser el representante mayoritario del cuento. A estas alturas pensaréis que falta un personaje, el de la Bruja del Norte. Os aclararé que no está dentro del relato, a pesar de que originariamente pertenecía a él, porque en los últimos tiempos ha cambiado. Y según mis últimas noticias, la han nombrado concejala de Asuntos Sociales en el Ayuntamiento de Madrid.
“Hojalata Arenas” en la versión original quería un corazón, pero como los cuentos son algo vivo, y en ocasiones se adaptan a la realidad, diremos que tenerlo ya lo tenía. Lo que necesitaba en realidad para ayudar a la pobre “Dorothy Teófila” a conseguir su propósito era un transplante urgente, puesto que el corazón que ya poseía, en la actualidad estaba ocupado apoyando medidas tales como la retirada del PER, la reforma de las prestaciones sociales por desempleo a la baja, y su más firme oposición a una paga suplementaria para los más desfavorecidos, que “el Chaves” pretendía hacer efectiva. Para justificar esta manera de actuar, “Hojalata Arenas” hacía uso de todo tipo de argumentaciones: que si la confrontación, que si habría que negociar el dinero según el censo, que si los tribunales les pertenecían a los personajes de la comunidad, y un sinfín de argumentos tan razonables que el transplante de un corazón nuevo y no contaminado se hacía cada vez más urgente para él. “Dorothy Teófila” pensó que quizás sería mejor prescindir de “Hojalata Arenas”, aunque éste no se diera por enterado.
“Teófila Dorothy” seguía contando con valerosos aliados. Como “Sanz el espantapájaros”. Este personaje en la versión original buscaba un cerebro, y en la actual también, porque hay que ver las cosas que le hemos escuchado en los últimos tiempos. Después de una profunda reflexión, todo lo profunda que podía ser a pesar de la corta edad de “Dorothy Teófila, esta llegó a la conclusión de que quizás “Espantapájaros Sanz” tampoco le fuera de gran ayuda, por lo que decidió prescindir también de su colaboración, aunque en honor a la verdad cuentista, él nunca había contado para nada.
La pobre “Teófila Dorothy” empezaba a encontrarse un poco sola, pero este sentimiento duró poco: todavía le quedaban dos potentes y valiosos compañeros de andanzas y aventuras. “Rajoy el león”, que acataba a las órdenes del “Mago Tejano” con la misma valentía que desfachatez, y que siempre había afirmado que los designios del Mago eran inescrutables. Él mismo era prueba de ello, pues lo había elegido ni más ni menos que como “heredero”. Comprenderéis que ante una decisión como esta, nadie dudará de lo inescrutable que era “el Mago” con acento tejano, aunque “Dorothy Teófila” fuera de Kansas. Claro, está la fidelidad en el cumplimiento de las órdenes de “Aznar de Oz, el Mago tejano” o ¿era “el tejano Mago de Oz”? En fin, que más da, el caso era que adoptaba el acento tejano cuando se reunía con un personaje de otro cuento, pero de este, como narradora, prefiero no ocuparme. ¡Joder! voy a tener que dejar de escuchar a Sabina empiezo a sentir que influye en mi estilo literario.
Después de todo esto, “Dorothy Teófila” empezó a preparar en profundidad su campaña política, todo lo profundo que sus tiernos añitos de preadolescente le permitían, claro está. Pero había algo que a “Dorothy Teófila” le inquietaba sobremanera, y era que cuando ella y sus potentes aliados aparecían por la comunidad, el resto de los personajes se irritaban mucho y le hacían muchos reproches en cuanto a su comportamiento con la comunidad, o lo que era peor todavía, solían reírse de sus promesas electorales. Por fin, llegó el gran día, el día de las elecciones, y como no podía ser de otra manera, nuestra querida “Dorothy Teófila” se vistió para la ocasión. Con gran esmero y pulcritud se hizo sus trenzas, se puso sus zapatos nuevos de charol y se pellizcó sus mejillas para que le salieran los colores, ya que por su corta edad no utilizaba ningún tipo de maquillaje; depositó su voto en la urna y esperó con paciencia y nerviosismo el desenlace de las elecciones.
De nuevo, nuestra jovencísima heroína perdió ante “el Chaves” y los sociatas. Y momentos antes de que asumiera el descalabro despertó y vió con alegría que todo había sido un sueño, que seguía en Cádiz, perdón en Kansas, y que a su vera estaba su marido, el empresario, ya se que me diréis que era una preadolescente, ¿cómo iba a estar casada? Pero no olvidéis que esto es un cuento, es más, su cuento, él de ella: “Teófila Dorothy”.