30 mayo 2003

Yakolet 42

30 de Mayo de 2003

Señor Aznar, quisiera empezar diciendo que en modo alguno los considero culpables ni a usted ni a su ministro de defensa del trágico accidente que ha costado la vida de 62 compatriotas que realizaban labores humanitarias en Afganistán, cosa que les honraba a ellos como profesionales, a sus familias, y al resto de nosotros como país.
Sin embargo, al decir que no los considero culpables, lo que pretendo es hacer hincapié en la diferenciación de términos. Usted ya utilizaba la culpa indiscriminadamente cuando su partido estaba en la oposición, para desgastar y romper al gobierno. El término que yo emplearé en este caso, por considerlo más apropiado, es el de “responsabilidad”. La responsabilidad en el transporte de la tropa recae sobre el ministerio de defensa, del que si no estoy equivocada es el señor Trillo su máximo responsable.
Antes de entrar en otras consideraciones sobre este asunto, quisiera reflejar unas notas que nos permitan centrar el tema. Se define como seguridad aérea una serie de precauciones que se toman para garantizar la seguridad de los pasajeros. Dos son los objetivos de la seguridad aérea: el primero es reducir las probabilidades de accidentes catastróficos al mínimo; el segundo, tratar de garantizar que en caso de accidente, los ocupantes tengan las máximas probabilidades de sobrevivir. Las causas del accidente pueden ser las siguientes: avería del propio avión, fallo de las estructuras, funcionamiento incorrecto del sistema, dificultades operativas, como mal tiempo, choque contra un ave, caída de un rayo o indisposición de la tripulación.
Antes de iniciar el vuelo, las tripulaciones de tierra y de aire comprueban el avión. Hay que llevar combustible suficiente para desviarse a otros destinos mientras se esperan las instrucciones para aterrizar.
Estas son las normas básicas de seguridad aéreas, lo mínimo exigible, para que un avión despegue.
Por ello, la premura con la que el señor Trillo anunció que la causa de la catástrofe había sido la niebla, para un poco después corregir la declaración y afirmar que había sido el factor humano el responsable del accidente, sin una investigación previa que lo constatara, demuestra el afán de encontrar culpables a cualquier precio, incluso a costa de querer saber la verdad de lo que ocurrió realmente. Señor ministro, dentro de los protocolos de seguridad aérea, la niebla no es un obstáculo, ni un peligro añadido para aterrizar o despegar, siempre que el avión vaya equipado con el sistema necesario para tal eventualidad. De ahí la rectifición que usted hizo para considerar el factor humano. Sus responsabilidades en el tema se desvanecen, se difuminan.
Señor Trillo, en ocasiones los muertos hablan, y este ha sido el caso. Tenemos el testimonio de los familiares de los fallecidos, que nos cuentan de la preocupación que estos sentían al subir a los aparatos. Tenían que tratarse de unas deficiencias muy evidentes para que estos hombres y mujeres aguerridos, destinados a difíciles misiones de paz, temieran por su seguridad personal y por la posibilidad de no volver a ver a sus seres queridos.
A la espera de la resolución final de la investigación que determine las causas, la gran pregunta que todos los ciudadanos y ciudadadanas nos hacemos es ¿cómo el ministerio no comprobó las condiciones de seguridad que reunían aviones en los que la tropa era transportada? Porque es responsabilidad de su ministerio es garantizar en la medida de lo posible la integridad física de nuestros contingentes que cumplen labores humanitarias en el extranjero. Permítame decirle que usted no es culpable del accidente, pero sí el responsable. O mejor dicho, su irresponsabilidad pudo ser el factor decisivo del desastre, puesto que cuando contrató el transporte aéreo en ningún momento comprobó in situ que los contratos que ustedes firmaban se correspondían con la realidad de las cosas. Para ello hubiera bastado con mandar técnicos del ejército del aire que certificaran que lo firmado se correspondían con la realidad.
En cuanto a usted señor Aznar, sus afirmaciones de que las máquinas y los hombres fallan, y que esto es inevitable, lo hace culpable, pero no de la ccidente, sino de frivolidad ante la muerte de 62 compatriotas. Siguendo su doctrina tendríamos que emperzar por cerrar todas las ITV del país, así como dejar de exigir el certificado médico para conducir, porque si es inevitable que los hombres y las máquinas fallen, para qué sirven los controles.