11 mayo 2003

El Señor Aznar y sus manos

11 de Mayo de 2003



Es difícil, por no decir imposible, tener las manos limpias cuando la conciencia permanece sucia, y este es su caso, señor Aznar. Cuando uno actúa sabedor de que la verdad y la legitimidad están de su lado, reivindica las acciones cometidas con argumentos y razonamientos lógicos.
Por el contrario, cuando se tiende a escamotear, a pasar página deprisa y corriendo, descalificando al adversario político porque existe una clara voluntad de ocultamiento de un tema, en este caso el de la guerra, está claro que no se tiene la conciencia tranquila. De otra manera, conociendo a los dirigentes del PP, nos hubieran vendido el éxito de su acertada gestión de diferentes maneras y en distintos medios durante meses.
Dicho esto, me gustaría explicarle señor presidente que también puede ocurrir que existan otras interpretaciones de los conceptos razón y conciencia. Para aclarar lo último quizás deberíamos remitirnos a los hechos concretos.
Por ejemplo, usted hace unos años publicaba artículos contra la constitución española, o contra el cambio de nomenclatura de calles que llevaban nombres de destacados dirigentes fascistas. En aquellos momentos, según su criterio tenía las manos limpias, aunque pasados los años su posición al respecto, por lo menos en público, ha cambiado. De su oposición a cambiar el nombre de las calles no se acuerda, y en el caso de la constitución se ha envuelto en ella cada vez que lo ha creído oportuno, para defender sus intereses políticos con tanta vehemencia que si no existieran las hemerotecas nadie podría pensar que su postura de abanderado de la constitución es algo relativamente reciente en el tiempo. Usted estaba en el espacio político que la combatía, y nosotros al otro lado luchábamos por su consolidación.
Pues bien señor Aznar, volvamos a sus manos y a su conciencia. Al igual que en aquellos años se equivocó al ir en contra de la Constitución, se ha vuelto a equivocar al involucrarnos en una guerra que la inmensa mayoría de la población no queríamos, y así se le hizo saber durante semanas y meses de manera contundente, manifestación tras manifestación, mostrando una clara oposición al conflicto y a nuestra participación como país en el mismo. Por cierto señor presidente, no sé porqué usted habla con tanto desprecio de las pancartas, quizás sea porque nunca ha estado detrás de ellas cuando debió hacerlo.
Señor Aznar, su conciencia y sus manos están sucias, y pueden ocurrir dos cosas: que usted no sea consciente de ello como en el pasado, lo cual le convierte en un representante político grotesco y sin credibilidad alguna; o que a sabiendas oculta la realidad de las cosas, lo que le hace un mentiroso.
En las próximas elecciones usted no se presenta como candidato, por lo tanto los españoles no podremos reprobarlo electoralmente hablando, pero sí podremos hacérselo a su partido y al candidato que éste designe, porque su incondicional apoyo a la guerra lo convierte en cómplice y heredero de sus manos sucias.