El calvinismo del PP
28 de junio de 2005
El Papa León X, de la familia de los Médici, necesitó dinero para la Basílica de San Pedro, por lo que resolvió que sus vendedores de indulgencias recorrieran todo el país. Se trataban de monjes mendicantes que vendían a bajo precio certificados papales en los que se concedía el perdón a los pecados. Los príncipes europeos no veían con buenos ojos que tanto dinero del bolsillo de sus súbditos fuese a parar a las arcas del Santo Padre. Este sólo logró convencerlos de que permitieran el negocio haciéndoles partícipes de los beneficios. Sin embargo, se olvidó de Federico el Sabio, quien viéndose fuera del acuerdo prohibió el comercio de indulgencias en Sajonia.
Hubo no obstante un monje mendicante muy hábil llamado Tetrel, un dominico que se situó prácticamente en la frontera de Sajonia. Sus habitantes se acercaban al oír el reclamo: “En cuanto el dinero suena en la cesta, el alma sube al cielo”. Como no estaban seguros de que los certificados fueran legales desde un punto de vista teológico, corrieron a la Universidad de Wittenberg para que un profesor confirmara su validez. El profesor se negó rotundamente a dar el visto bueno. Su nombre era Martin Lutero. En 1517, expuso sus noventa y cinco tesis en alemán y en latín, en las cuales argumentaba su rechazo a la actuación de Roma. A partir de este momento, la escisión de la Iglesia fue un hecho que la historia no hizo sino confirmar.
Al romperse la unidad universal del credo, surgieron multitud de sectas: protestantes, anabaptistas, metodistas, luteranos, calvinistas, etc. Juan Calvino, como teólogo reformista, afirmaba la existencia de la predestinación (el destino). Es decir, que desde el principio de la Creación, Dios, en su infinita sabiduría, había determinado quién se salvaría y quién se condenaría, independientemente de su actuación sobre la Tierra. Hiciera lo que hiciera, estaba predestinado: no podría cambiar su destino.
Pues bien, algo parecido les debe ocurrir a los dirigentes del PP: creen que son los elegidos por el Creador Supremo para gobernar el país; los únicos legitimados cometan los errores que cometan o repitan los errores que repitan, una y otra vez. ¿Que se empieza una guerra sobre la base de que existe un arsenal de armas de destrucción masivas contra un país que es además una amenaza inminente por su colaboración con grupos terroristas, y que después de año y medio se demuestra, tras 30.000 muertos que no existían ni armas ni conexiones? Pues nada, nadie pide disculpas ni reconoce sus fallos, aunque estos fueran con la mano alzada y en el Parlamento.
Tras los trágicos sucesos del 11 de marzo, en los que todavía está por delimitar hasta qué punto fue responsabilidad del anterior gobierno el que los fundamentalistas tomaran nuestro país como objetivo, cosa que espero que se aclare en el proceso judicial, el señor Aznar nos dice durante la comisión que no hay que buscar a los responsables de tan gran atrocidad en desiertos y montañas, sino en sitios mucho más cercanos. ¿Nos podría explicar entonces por qué, si estaban tan cerca, no se les había neutralizado?
El señor Acebes pidiendo explicaciones después de que el atentado se llevara a cabo, cuando él era el ministro del Interior, o sea, el máximo responsable de la seguridad de los ciudadanos de este país.
El señor Rajoy apoyando una manifestación, no en defensa de derechos civiles o para que se promulgue alguna ley que alivie los problemas económicos inadecuados de un sector de la población, sino por el contrario, tomando la calle para intentar arrebatar sus legítimos derechos a unos ciudadanos a los que siempre estos les han sido negados, y que por el simple hecho de su tendencia sexual han sido perseguidos, encarcelados y hasta ajusticiados. Y el fundador de su partido que tacha esta ley, justa y necesaria, como “asquerosa”.
Podría continuar dando más y más ejemplos de este estilo, pero creo que no merece la pena.
Lo preocupante, lo realmente preocupante de esta situación, es el calvinismo que padece el PP en general, y sus dirigentes en particular, que llegan a utilizar un atentado terrorista para intentar deslegitimar un gobierno democráticamente escogido por el pueblo. Máxime durante los días posteriores a las elecciones, cuando incluso manipularon los datos, como ha quedado suficientemente acreditado.
El calvinismo destructivo, agotador, triste en su forma y penoso en el fondo, debe ser combatido con la pedagogía del PSOE, haciendo hincapié en esta labor educativa, pues se supone que la política es un hecho civil regido por unas normas seglares, y en el cual la religión pertenece al ámbito de lo privado y en ningún caso de lo público, porque sino sería imposible la convivencia.
El Papa León X, de la familia de los Médici, necesitó dinero para la Basílica de San Pedro, por lo que resolvió que sus vendedores de indulgencias recorrieran todo el país. Se trataban de monjes mendicantes que vendían a bajo precio certificados papales en los que se concedía el perdón a los pecados. Los príncipes europeos no veían con buenos ojos que tanto dinero del bolsillo de sus súbditos fuese a parar a las arcas del Santo Padre. Este sólo logró convencerlos de que permitieran el negocio haciéndoles partícipes de los beneficios. Sin embargo, se olvidó de Federico el Sabio, quien viéndose fuera del acuerdo prohibió el comercio de indulgencias en Sajonia.
Hubo no obstante un monje mendicante muy hábil llamado Tetrel, un dominico que se situó prácticamente en la frontera de Sajonia. Sus habitantes se acercaban al oír el reclamo: “En cuanto el dinero suena en la cesta, el alma sube al cielo”. Como no estaban seguros de que los certificados fueran legales desde un punto de vista teológico, corrieron a la Universidad de Wittenberg para que un profesor confirmara su validez. El profesor se negó rotundamente a dar el visto bueno. Su nombre era Martin Lutero. En 1517, expuso sus noventa y cinco tesis en alemán y en latín, en las cuales argumentaba su rechazo a la actuación de Roma. A partir de este momento, la escisión de la Iglesia fue un hecho que la historia no hizo sino confirmar.
Al romperse la unidad universal del credo, surgieron multitud de sectas: protestantes, anabaptistas, metodistas, luteranos, calvinistas, etc. Juan Calvino, como teólogo reformista, afirmaba la existencia de la predestinación (el destino). Es decir, que desde el principio de la Creación, Dios, en su infinita sabiduría, había determinado quién se salvaría y quién se condenaría, independientemente de su actuación sobre la Tierra. Hiciera lo que hiciera, estaba predestinado: no podría cambiar su destino.
Pues bien, algo parecido les debe ocurrir a los dirigentes del PP: creen que son los elegidos por el Creador Supremo para gobernar el país; los únicos legitimados cometan los errores que cometan o repitan los errores que repitan, una y otra vez. ¿Que se empieza una guerra sobre la base de que existe un arsenal de armas de destrucción masivas contra un país que es además una amenaza inminente por su colaboración con grupos terroristas, y que después de año y medio se demuestra, tras 30.000 muertos que no existían ni armas ni conexiones? Pues nada, nadie pide disculpas ni reconoce sus fallos, aunque estos fueran con la mano alzada y en el Parlamento.
Tras los trágicos sucesos del 11 de marzo, en los que todavía está por delimitar hasta qué punto fue responsabilidad del anterior gobierno el que los fundamentalistas tomaran nuestro país como objetivo, cosa que espero que se aclare en el proceso judicial, el señor Aznar nos dice durante la comisión que no hay que buscar a los responsables de tan gran atrocidad en desiertos y montañas, sino en sitios mucho más cercanos. ¿Nos podría explicar entonces por qué, si estaban tan cerca, no se les había neutralizado?
El señor Acebes pidiendo explicaciones después de que el atentado se llevara a cabo, cuando él era el ministro del Interior, o sea, el máximo responsable de la seguridad de los ciudadanos de este país.
El señor Rajoy apoyando una manifestación, no en defensa de derechos civiles o para que se promulgue alguna ley que alivie los problemas económicos inadecuados de un sector de la población, sino por el contrario, tomando la calle para intentar arrebatar sus legítimos derechos a unos ciudadanos a los que siempre estos les han sido negados, y que por el simple hecho de su tendencia sexual han sido perseguidos, encarcelados y hasta ajusticiados. Y el fundador de su partido que tacha esta ley, justa y necesaria, como “asquerosa”.
Podría continuar dando más y más ejemplos de este estilo, pero creo que no merece la pena.
Lo preocupante, lo realmente preocupante de esta situación, es el calvinismo que padece el PP en general, y sus dirigentes en particular, que llegan a utilizar un atentado terrorista para intentar deslegitimar un gobierno democráticamente escogido por el pueblo. Máxime durante los días posteriores a las elecciones, cuando incluso manipularon los datos, como ha quedado suficientemente acreditado.
El calvinismo destructivo, agotador, triste en su forma y penoso en el fondo, debe ser combatido con la pedagogía del PSOE, haciendo hincapié en esta labor educativa, pues se supone que la política es un hecho civil regido por unas normas seglares, y en el cual la religión pertenece al ámbito de lo privado y en ningún caso de lo público, porque sino sería imposible la convivencia.
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